Al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.» (Mt 9,28-29)
Es fácil decir que en la vida hay que andar “con tacto”… es una expresión bonita. Es verdad que con el cuerpo, con las manos, se expresa tanto… ternura, rechazo, apertura, protección, interés, acogida, vinculación.
A veces se nos va la vida en palabras, palabras y mil palabras. Pero hace falta hablar también con los gestos. Porque hay veces que una caricia da más confianza que mil versos, que un abrazo es la mejor respuesta a quien llora, o la mejor felicitación a quien ríe…
Empezamos a tender puentes desde unas manos abiertas, unos ojos y oídos atentos… al otro.
Con la manera en que nos nos acercamos, acogemos, cuidamos, expresamos. Con la delicadeza con que nos relacionamos...
Hay tantas dimensiones de nuestra vida en que el cuerpo habla… piensa en ello.
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