Por José María Maruri, SJ
1.- “¿Y que veníais discutiendo por el camino?” Y los apóstoles no supieron qué responder, porque habían venido tratando de quien sería el Presidente, el Vicepresidente o el Ministro de Hacienda de ese Reino que Jesús predicaba.
Y Jesús se sentó. Tal vez, un poco cansado de que los suyos no acabaran nunca de entenderle, de que no es a codazos como asciende uno en el Reino. No es pisando a los demás como se alcanza categoría, no son los más grandes los que aparecen en los periódicos, en las revistas en la televisión.
Y es que el Señor tiene una manera muy singular de ver la televisión, no se fija en los grandes hombres de los que parece depender la solución de los problemas mundiales, de los que manejan ríos de dinero que atraviesan las fronteras, los hombres y las mujeres mundialmente conocidos.
Tras ellos, el Señor ve al cámara de televisión que acumula horas y horas de trabajo para sacar adelante a su familia, a la mujer de la limpieza, que cuando todos se hayan ido, limpiará el escenario pensando en sus hijos, en el hombre que llega con su camión a recoger tanto papel pintarrajeado y mil cosas de deshecho que constituye su oficio con el que saca adelante a los suyos. Rostros anónimos, desconocidos, uno más del montón… pero no para Dios.
2.- “Quien quiera ser el primero que se haga servidor de todos”. El Señor quiere que su Reino esté constituido por hombres y mujeres que no acierten a ser felices más que tratando de hacer felices a los demás, que en silencio pasan dando paz y ayuda a la gente, que olvidados de si mismos no pueden vivir tranquilos junto a los problemas y penas de los demás.
Hombres y mujeres que han comprendido que desde el momento en que su Dios se ha rebajado a ser hombre, es ridículo que el hombre quiera sobresalir, si no es para servir a todos como Dios lo hace.
3.- Jesús, abrazado a aquel niño parece decirnos que no le parece mal que discutamos sobre quién es el mayor en el Reino de los Cielos, no para atribuirnos a nosotros mismos esa importancia, sino para que demos importancia a los que el Señor da importancia.
4.- Nosotros vamos por el mundo dándonos importancia con nuestras tarjetas de visita llenas de títulos, doctorados, puestos importantes. Y algunos son ya tan importantes que ni apellido necesitan, con sólo poner su nombre propio y un número detrás, ya son conocidos, como son Papas y Reyes.
El Señor nos dice que hay muchos en su Reino que no tienen tarjeta de visita, a los que Él mismo les presta la suya, y que cuando uno de estos pequeños se acerca a nosotros trae en su mano la tarjeta de visita del mismo Dios, cuando uno de ellos nos visita es Dios que nos visita, porque él que recibe a uno de estos pequeños a mi me recibe, no porque esa persona se identifique con Dios, sino porque es el Señor el que se identifica con el…
Sentémonos junto a Jesús a ver la televisión y aprendamos a ver en ella a los que no aparecen, a los verdaderamente importantes en el Reino de los Cielos.
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