Por José María Martín OSA
1.- Reconocer nuestra debilidad y apoyarnos en El Señor. El Libro de la Sabiduría, el último que se escribió del Antiguo Testamento, es como un resumen de la historia de Jesús. La presencia del justo es una acusación continua contra los que hacen el mal, que estos no pueden soportar. Para que sus malas obras no queden en evidencia, prefieren liquidar al inocente. Santiago resalta en su Carta que la ambición y la codicia, el afán desenfrenado de tener y de ser más que los demás, es fuente de discordia y veneno que corroe a las personas y a los grupos. Sin embargo, el reconocer humildemente que estamos necesitados, que “nuestro auxilio es el nombre del Señor” es la fuente de la sabiduría. En el salmo proclamamos que “el Señor sostiene mi vida”, porque sólo apoyándonos en El podemos encontrar el equilibrio que nos falta y evitar así el ansia de dominio y explotación de los otros. Precisamente, en el evangelio de hoy veremos cómo los apóstoles también estaban enfrentados por ver quién era más importante entre ellos. Aquellos discípulos estaban programando su futuro ambicionando grandes puestos en ese reino que Jesús traía, pero ahora el Maestro les plantea otro tipo de ambición: hacer cosas para los demás.
2- El Evangelio de hoy nos propone para la reflexión dos temas muy importantes en la vida cristiana: la humildad y el servicio."Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Podríamos decir que estas palabras fueron su lema, el motor de la vida de Jesús. Y él nos las propone hoy a nosotros como programa ¿Es que Jesús condena, con estas palabras, el deseo de sobresalir, de hacer grandes cosas en la vida, de dar lo mejor de uno, y privilegia en cambio la dejadez, el espíritu abandonista, a los negligentes? Puede ser que los cristianos a veces hayan interpretado mal el pensamiento de Jesús y hayan dado ocasión a un malentendido. Pero no es ciertamente esto lo que quiere decirnos el Evangelio. «Si uno quiere ser el primero...»: por lo tanto, es posible querer ser el primero, no está prohibido, no es pecado.
No sólo Jesús no prohíbe, con estas palabras, el deseo de querer ser el primero, sino que lo alienta. Sólo que revela una vía nueva y diferente para realizarlo: no a costa de los demás, sino a favor de los demás. Añade, de hecho: «...sea el último de todos y el servidor de todos».En el servicio, en cambio, todos se benefician de la grandeza de uno. Quien es grande en el servicio, es grande él y hace grandes a los demás; más que elevarse por encima de los demás, eleva a los demás consigo. A lo largo de los siglos se ha ido quizá desfigurando la realidad de lo que significa ser humilde; así se llamaba humilde al acomplejado, al que no tiene carácter, al que no termina de aclararse interiormente, y se hacía referencia contraponiéndolo al que tenía su forma de ser y de pensar propias. Santa Teresa de Jesús decía que la "humildad es la verdad", o sea, ser humilde es reconocernos ante Dios, ante nosotros mismos y ante los demás, tal cual somos, con nuestras tragedias y miserias, con nuestros carismas y cualidades. El mundo que nos ha tocado vivir no es un lugar donde se defienda la humildad; yo diría que todo lo contrario, de ahí uno de los choques permanentes con este tipo de sociedad donde los más débiles y los más humildes son marginados. Los cristianos tenemos que ser en el mundo de hoy los mejores defensores de los más débiles e indefensos, no creyéndonos salvadores de nadie sino intentando que todos conozcan de verdad al único Salvador.
3.- Los creyentes en Jesús estamos llamados a ser humildes para servir. Cuando los cristianos hablamos de "opción preferencial por los pobres" no estamos haciendo literatura barata, sino estamos constatando la presencia del Señor en los más débiles y desposeídos. Un servicio desinteresado a los otros, en especial a los más débiles y pobres de nuestro mundo. Tenemos que aprender a despegarnos de nuestros egoísmos y pequeñas apetencias, para comprender el misterio de Cristo. Los discípulos querían el prestigio, el reconocimiento humano y el hacer carrera, no el servicio a los demás. El Reino de Dios es un reino de servidores de los demás.
¡Cuántas veces en nuestras comunidades vemos hermanos y hermanas que van buscando reconocimiento humano a su tarea! La Iglesia no debe parecerse a las estructuras civiles, si lo hace alejará el modelo de Cristo de su ser comunidad convocada por Jesús. Ciertamente, en la Iglesia tendrá que haber una autoridad y una organización, pero el comportamiento tendrá que ser muy diferente a la autoridad profana. En el mundo de la fe la autoridad es servicio. Servir para ser el más grande, ese es uno de los mensajes más importantes que nos dejó Jesús. Su ejemplo fue más allá, Él no hizo solamente obras buenas sino que se entregó a sí mismo en el mayor acto de servicio a los demás, y en su entrega alcanzamos la salvación. Humildad y servicio, dos aspectos del amor al que Dios nos invita. En este comienzo de curso, debemos programar nuestra vida para no buscar la notoriedad o el sobresalir, sino hacer las cosas calladamente con espíritu de servicio, buscando siempre el bien de los hermanos.
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