Sunday, September 20, 2009

Parece que el Vaticano está pensando en recuperar a los curas “alejados” ¿Llamará a las mujeres a filas ? Roser Puig

El Papa Benedicto XVI, alarmado por la falta de vocaciones sacerdotales cuya consecuencia ha sido el envejecimiento y escasez del clero, intenta estimular al Espíritu Santo para que suscite vocaciones, declarando un Año Sacerdotal.

Sábado 19 de septiembre de 2009.


Fuente: Somac: http://somac.galeon.com/enlaces1793...


De paso, desea promocionar de nuevo el sacramento de la confesión particular (que tan grande poder sobre el resto de la sociedad confirió al clero en el pasado, pero cuya práctica en España ha quedado reducida a menos del 5% entre los jóvenes)


Y lo hace, regalando indulgencias a aquellos sacerdotes que se confiesen a lo largo de este año, pues incluso los curas han emigrado de tal costumbre. Indulgencias que podrán aplicar a otros sacerdotes fallecidos y, supuestamente, en el Purgatorio. A los laicos, si rezamos durante este año por las intenciones del Papa, y nos confesamos, también nos concede indulgencias. Así de generoso se muestra el Sumo Pontífice con el control del Mas Allá.


El cardenal Bertone, al anunciar dicho Año Sacerdotal, hizo enigmáticas alusiones sobre la búsqueda de “una reanudación del contacto, de la ayuda fraterna y, si es posible, volver a unirse con los sacerdotes que por diferentes motivos han abandonado el ejercicio del ministerio”. No precisó si célibes o casados, aunque no sería de extrañar que, ante tan crítica situación, se admitieran curas con esposa incluida. Al fin y al cabo, son un verdadero ejército los secularizados: más de 100.000. Todo, menos permitir que las mujeres entren a formar parte del escalafón clerical.


Era de esperar. Se entreveía después de leer la primera parte de la primera encíclica, en la que Benedicto XVI se esmeró en convencer a los fieles de que ,“tocar” a su esposa, ya no se considera impuro por parte de la Iglesia (cosa que había empezado con Tertuliano (155-245 DC), quien declaró que aún los matrimonios legales estaban “manchados con la concuspicencia; y cosa que fue confirmada por los restantes Santos Padres de la Iglesia, pasando por el de Hipona (,354 - 430)) el cual, sin embargo, rebajó la concupiscencia matrimonial a “pecado venial” pero de funestas consecuencias para el fruto del “placer” que, de morir sin bautizar, acababa en el Infierno por haber sido contagiado con el Pecado Original durante dicho momento de “placer pecaminoso”.


Pues bien, en su primera encíclica, Benedicto 16, dando un giro de ciento ochenta grados, razonó en “Deus Caritas est”(2005) que, si el eros se convierte en ágape, es algo agradable a los ojos de Dios (nº 7 ). Y más tarde, el l9 de abril del 2007, firmó un documento de la Comisión Teológica Internacional, en el que se decía que los niños que mueren sin bautizar ni uso de razón, van al cielo. No es de extrañar por tanto que, a la vista de la urgencia eclesiástica, esté preparando a los reticentes misóginos de su generación para que acepten el celibato opcional por el que toda la Iglesia está clamando, máxime después de haberse destapado las terribles cifras de los horrendos casos de pederastia. (“más vale casarse, que abrasarse" (S. Pablo,1Co 7, 8-9)


Personalmente, no me haría ninguna ilusión que, en estos momentos, las mujeres entraran a formar parte del clero y engrosaran una institución piramidal, absolutista y dictatorial. Por lo que yo estoy luchando, es por que nuestra Iglesia sea una “iglesia de iguales”, que demuestre con hechos que se cree eso de que “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (GS, proemio nº 1). Por el momento, es la Iglesia de Base la que lo pone en práctica. La jerárquica se limita a dar consejos sobre el particular, a conservar y guardar celosamente sus tesoros, y a luchar por las prebendas. Me niego a colaborar por que mi Iglesia, oficialmente, siga siendo un emporio de clasismos, elitismos, discriminaciones y privilegios.


Pero reconozco que es natural que aquellas mujeres, que tienen vocación ministerial y que se han venido preparando concienzudamente desde el CVII en donde se nos decía que “No hay en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad por razón de la raza o de la nacionalidad, de la condición social o del sexo” (LG. 32, b) ahora se sientan frustradas y escarnecidas. En especial, aquellas a las que se las ha apartado de sus cátedras por pensar de diferente manera de lo que permite el Papa. Sin embargo, ahora parece que al cardenal Bertone no le importaría volver a reclutar a los hombres que han sido “silenciados” precisamente por la misma razón: atreverse a elaborar una teología diferente a la secularmente tradicional y oficial.


Mientras tanto, la ICR no solo está dando un escandaloso ejemplo de misoginia y discriminación, sino que está justificando a los maridos que maltratan de forma psicológica o material a sus “santas esposas”, `por habérseles inculcado que son superiores a ellas y éstas no se les someten “como Dios manda”. Y, además, da justificación a los asesinos de sus parejas o ex parejas los cuales no están dispuestos a que se les escape de las manos “su propiedad”, como consecuencia de unos inoportunos DDHH que les proporcionan herramientas para emanciparse. Propiedad a la que, desde tiempo inmemorial, consideran tener “derecho divino, hasta la muerte de uno u otro”. Tal como han transmitido las tradicionales y androcéntricas doctrinas eclesiásticas, todavía vigentes.


Como ejemplo de la sutil mentalización de supeditación e infravaloración de la mujer llevada a cabo por la ICR a través de los siglos y mantenida hasta el día de hoy, a la que me estoy refiriendo, mencionaré unas declaraciones de Mercedes Navarro del año 2008 – M. N. es Doctora en Psicología (UP Salamanca) y Teología (PU Gregoriana, Roma) y licenciada en Ciencias Bíblicas (P.I. Bíblico)- en dichas declaraciones, denunciaba cómo en la traducción al latín de la Biblia, realizada por San Jerónimo en el s.V, llamada “Vulgata”y de la que hemos bebido toda la vida, este Santo Padre se permitió varias licencias poco éticas en dicho trabajo. Para empezar, al traducir los textos del Génesis sobre la relación Adán-Eva, según Mercedes Navarro, S. Jerónimo”no hace una traducción exacta del hebreo porque en ese idioma no aparece la subordinación sino la reciprocidad. La Vulgata dice: “Tu deseo irá a tu marido y él te someterá”, cuando en hebreo es: “Tu deseo irá a tu marido y el de tu marido a ti”.


En fin ¿qué podemos esperar las mujeres de este “Año Sacerdotal”, por parte de quienes están siempre dispuestos a todo con tal de retener el poder (nada celestial, por cierto) y mantenernos supeditadas, a la par que ninguneadas?


MOCEOP

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