«Que la paz de Cristo habite en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.» (Col 3,15)
Cuando termina la Navidad, fechas que, para muchos son tiempo de reencuentro y celebración en familia, volvemos a lo cotidiano.
Pero es necesario dejar reposar lo que, a menudo, se nos puede pasar desapercibido: la vuelta a casa (vuelves tú, o vuelven los tuyos). La familiaridad. El cariño, especialmente de los padres, que suelen ser los que aman con más generosidad. La nostalgia si alguien falta –porque el amor sabe echar de menos-.
La ternura expresada de maneras muy diferentes. Las rutinas que a uno le construyeron. Los lugares conocidos. Los álbumes de fotos, memoria gráfica de instantes que no se borran. Las historias que se cuentan una y mil veces. Es hora de agradecer.
¿Qué tengo que agradecer a los míos? ¿Cómo lo puedo hacer?
pastoralsj
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