Por Javier Leoz
De la mano de San Mateo, el cual nos va acompañar con su evangelio durante todo este ciclo, comenzamos a caminar detrás del cayado de Jesús, escuchando sus primeras palabras (llamada a la conversión) y asombrándonos con sus profundas miradas. Hoy, el Señor, sigue pronunciando nuestro nombre. Nos necesita para que, su misión, lejos de desvanecerse siga propagándose por los cuatro puntos de nuestro mundo.
1.- La Galilea de hoy (allá donde Jesús quiere hacerse presente) es el lugar donde cada uno de nosotros nos encontramos. Unos, más acomodados u otros envueltos en un mar de dificultades, seguimos escuchando al Señor que viene a nuestro encuentro. Quiere para nosotros, porque de verdad nos ama, un cambio de ruta y de rumbo. Bien sabemos que, por diversas circunstancias, aquello que nos preocupa o aquello en lo que estamos volcados no siempre es sinónimo de justicia, dignidad o verdad. Por ello mismo, porque nos aprecia, desea un fruto para nuestra vida completamente distinto del que nos afanamos o por el cual nos desvivimos. Es duro dejar las redes con las que estamos acostumbrados a salir adelante según los parámetros exclusivos del mundo. Es difícil, ante otras miradas más influyentes y seductoras, captar aquella otra mirada de Jesús más humilde y, por otra parte, más interpelante.
2.- Al escuchar el evangelio de este día, nuestro bautismo, se vuelve a actualizar. No es algo del pasado. No es una gracia muerta. El bautismo, ante la llamada del Señor, nos invita a tomar partido: estamos llamados a ser testigos de Jesús. ¿Cómo serlo? ¿Cómo hacerlo? En principio por el camino de la conversión. O conversión…o más de lo mismo. Es decir; mediocridad antes que santidad.
En distintas circunstancias me ha tocado escuchar expresiones como las siguientes: “yo creo en Dios y punto” “yo creo en Jesús a mi manera” “no he hecho mal a nadie y, con ello, ya es bastante”. Y, cuando uno escucha estas expresiones, no puede menos que pensar si –en el fondo- no estamos moldeando un Dios a nuestra medida. Si, en el fondo –además de un Dios humillado en Belén- no lo pretendemos, además, sometido a nuestros caprichos. Sin limitaciones a nuestra libertad. ¿Es eso amor y seguimiento a Jesús? ¿Cuándo entenderemos que –conversión y fe- van cosidas de la mano? ¿Puede decir el esposo a la esposa “te quiero” si, a continuación, sólo busca una felicidad unilateral y exclusiva para él? Ponerse en las manos de Jesús o fiarnos totalmente de sus indicaciones pueden ser perfectamente signos que denoten nuestra conversión, nuestras ganas de cambiar a mejor, nuestra ilusión para que El, sólo El, sea la brújula de nuestra vida.
3.- El mundo que nos toca vivir está lleno de técnica y de comodidad pero, por el contrario, huérfano de amor. Hay muchas llamadas, marketing y escaparates que dibujan realidades efímeras. Por el contrario cuesta, y mucho, encontrar ventanas o puertas abiertas que nos lleven al amor de Dios. Y no porque el amor de Dios no exista, que siempre está ahí, sino porque los oídos del hombre moderno están acostumbrados a percibir exclusivamente sonidos superficiales, cómodos y con poco esfuerzo de sacrificio o de superación personal. Y, el Señor…..desea testigos valientes, capaces de renunciar a sí mismos, con ideas claras y –sobre todo- que estén dispuestos a ir contra corriente.
4.- Que el Señor, por lo menos en este domingo, nos encuentre con un corazón dispuesto a una renovación personal y comunitaria. Que el Señor, en este Día del Señor, encuentre en nuestros labios un “si” como respuesta a todo aquello que nos pide como muestra de nuestra fidelidad y de nuestra fe. ¿Hemos escuchado nuestro nombre?
5.- QUE NO ME CANSE, SEÑOR
De proclamar tú Reino, de verdad y de justicia,
ante tanta mentira e insolidaridad.
De recorrer, caminos y valles,
aunque, a veces, sienta que los oídos no escuchan
ni los corazones de los hombres
te aman como debieran.
QUE NO ME CANSE, SEÑOR
De pregonar, la salud que nos traes,
frente a la enfermedad y el pesimismo
el desencanto o la apatía por la vida.
De llevar tu luz, Señor, donde la oscuridad reina
y, donde la tiniebla, confunde lo malo con lo bueno
QUE NO ME CANSE, SEÑOR
De decirte “si” cuando, mi interior,
me empuje a desertar de tus sendas
o a no ser valiente en mis decisiones
De anunciar tu Palabra que salva
y, luego, de llevarla a mi vida
De seguir tus pasos y tus huellas
y alejarme de otras que son polvo y nada
QUE NO ME CANSE, SEÑOR
De regresar de caminos equivocados
De pedir perdón por los errores cometidos
De ser más humilde y menos soberbio
De caminar hacia la santidad
y de luchar contra mi propia mediocridad
Que no me canse, de Ti, Señor
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