Wednesday, January 19, 2011

Meditando con el santo del día: B. MARCELO SPINOLA Y MAESTRE



Hoy, 19 de enero, la Iglesia conmemora el tránsito a Dios del Beato MARCELO SPÍNOLA Y MAESTRE, quien descansara en el Señor en un día como hoy del año 1906, en Sevilla, España. Oriundo de la Isla de San Fernando en Cádiz, España, en 1835, fue Cardenal Arzobispo de Sevilla y fundador de la Congregación de las Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón. En 1987 Juan Pablo II lo declaró BEATO. Sus restos se veneran en la capilla de la Dolorosa de la Catedral de Sevilla. Unidos, pues, a la Iglesia de Sevilla y a las Hermanas Concepcionistas, brindemos nuestro devoto aplauso al Beato Marcelo Spínola y Maestre.


Meditación

¿Quién eres tú, BEATO MARCELO SPINOLA? Recordar tu vida es ver al obispo que visitó y llevó el consuelo de Cristo a la zona española más deprimida del país conocida como "las HURDES". De noble cuna, te gradúas en derecho y desde el primer momento de tu vida profesional, te esfuerzas en dar a los más pobres y necesitados los mejores frutos de tu carrera. Pero a pesar de eso, te sentías intranquilo con solo dar algo. Lo querías dar todo. Dejas, pues, tu carrera profesional de abogado e ingresas al seminario de Sevilla en donde llegas a ordenarte sacerdote. Tus primeras lides pastorales fueron como capellán de San Lucas de Barrameda y párroco de San Lorenzo en Sevilla. Demuestras tener tal pasta de pastor que eres promovido a la consagración episcopal, siendo enviado a la Diócesis de CORIA, en donde se encuentran las famosas HURDES. Aquí te encontramos rodeado de los más humildes y de los menos atendidos. Los que ya no tenían esperanza y solo veían las espaldas indiferentes de la gente, encontraban en ti calor, comprensión y acogida. Viendo tanta necesidad, fundas la Congregación de las Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón, con espíritu contemplativo y una intensa vida activa. Transferido a la diócesis de Málaga, fuiste nombrado obispo de Sevilla, cargo que desempeñaste con prudencia y discreción en medio de los más increíbles desafíos, sociales, políticos y religiosos. Pero todo este trabajo extraordinario no podía quedar ahí no más. Y así, el Papa Pío X te distinguió con la púrpura cardenalicia. Al ver las huellas de tu fecunda vida, te admiramos por tu infatigable corazón que no se cansó nunca de servir a los más necesitados.
Radio Vaticano

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