El Tribunal de Estrasburgo ha sentenciado contra los crucifijos en lugares públicos en el caso concreto de una ciudadana italiana. Pero el mantra se extiende como una mancha de aceite, dando lugar a inverosímiles diatribas. Es un debate que sale a la calle en un momento oportuno, porque España está a un paso de aprobar la Ley de Reforma de la Libertad religiosa, pero ya había decidido mucho antes retirar los símbolos religiosos en las escuelas públicas. Bastaba la solicitud al Consejo Escolar para que la cruz quedara en el trastero de los elementos sin uso. Pero es que tal y como ha surgido la noticia en este país, algunas autonomías iban un poco más allá intentando que afectase a las escuelas concertadas, que en su mayoría se tratan de centros con ideario católico en manos de religiosos. El problema es tan absurdo como solicitar que la Inmaculada deje de ser fiesta nacional porque no representa a la totalidad de las creencias de los españoles.
¿Se imaginan que ahora alguien con esos argumentos retase a la nación para suprimir todas las fiestas religiosas? La lógica lo demanda, por qué iba a ser fiesta nacional la Inmaculada si no se cree en su dogma. De la misma manera la mitad de las festividades locales que están bajo la protección de una advocación religiosa, debieran suprimirse. Ese es el talante laico de la Constitución, la aconfesionalidad estricta. Y claro ya salen voces demandando la sustitución de las advocaciones religiosas por una denominación neutra. Viene rondando desde hace tiempo llamar a la Navidad fiestas de invierno. Invernalia con mucho muñeco Disney y consumismo que se sale por las orejas. Ese es el sueño de los masones o de los ateos.
Lo que sucede es que para llegar a extirpar las raíces creyentes de la sociedad, hace falta más que buena voluntad. Los niños necesitan olvidar a los Reyes Magos sustituidos por el gordo de la coca cola y así una vez perdida la raíz cristiana de la festividad, todo encaja a la perfección en el mundo consumista y laico. Por eso algunos se reinventan los ritos iniciáticos y en una pose de ateísmo militante dan entrada al nuevo miembro de la familia en una especie de rito bautismal ajeno a la religión.
Algo similar sucede con la comunión, muchos padres sustituyen la fiesta por viajes a parques temáticos y comida familiar con regalos incluidos. Todo ello en un proceso paulatino que viene a defenestrar la raíz cristiana de los sacramentos para convertirse en actos sociales convenientemente registrados en las dependencias municipales. Es necesario que se realice ese trasvase para que la fe quede de nuevo desnuda de relevancia civil, ajena a la vida pública, escondida en las parroquias y sacristías. El sacerdote pasaría a tener una profesión como un trabajador más del gremio de los currantes, con oficio al margen de su representatividad en la parroquia.
Es el mundo de la Alianza de Civilizaciones, donde por el contrario de manera sorprendente no se sigue esa misma estrategia con otros credos, como el musulmán, a quienes se les otorga carta de ciudadanía con insólita facilidad, permitiendo que reivindiquen su espacio social, mientras se niega el pan y la sal a los católicos. Es el pluralismo y la convivencia de los acomplejados de sus propias raíces.
Es evidente que el nacionalcatolicismo pesa como una losa afectando a los esquemas del clero y de la sociedad civil. Tanta inquina no sería posible si antes no hubiesen existido unas prebendas otorgadas para que se bendijese un determinado régimen político. Tendrán que reconocer el error de la Iglesia española durante cuarenta años de feliz convivencia con el franquismo. El Vaticano debería aprender que ciertos privilegios se pagan caros. De ahí que se vaya demandando cada vez con más frecuencia la consideración de neutralidad de la Iglesia en esta sociedad emergente de marcado cariz ateo y pagano. Tal y como yo lo veo las macro manifestaciones no van a solucionar la evidencia, el cada día más escaso número de creyentes practicantes que reivindica el derecho a manifestar la fe de manera pública. Es cuestión de dejar pasar otros treinta años de convivencia adoctrinadora en los centros escolares para que se borre toda presencia cristiana en la sociedad española e incluso en todo el territorio europeo.
Mientras tanto nos ponemos en manos de María, abogada nuestra, para que el futuro nos permita vivir la fe con valentía.
Carmen Bellver
RD
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