Monday, July 25, 2016

FRANCISCO, ENTRE RIO DE JANEIRO Y CRACOVIA.

La espera

Pasaron tres años desde la cita en Brasil. El Papa no es el mismo, el mundo tampoco, ni la Iglesia

Puede ser que el Papa Francisco, cuando llegue a Cracovia para su primer encuentro con los jóvenes de la XXXI JMJ, comience diciendo: “Entonces, ¿dónde habíamos quedado…?”, aunque él, como todos nosotros junto con Heráclito, sabe muy bien que “ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río”. El tiempo pasa y todo cambia. Siempre. Cracovia no es Río y 2016 no es 2013. Un saludo del Papa como el que hemos imaginado sería una referencia directa a la edición internacional anterior de la JMJ, en Río de Janeiro 2013, tres meses después de su inesperada y sorprendente elección para la Cátedra de Obispo de Roma. Entre su “primera” JMJ y ésta polaca, la “segunda”, han pasado tres años y sin duda a los ojos de la Iglesia, de los jóvenes, de la opinión pública, Jorge Mario Bergoglio ya no es el mismo, definitivamente más allá de los clichés de los primeros meses: el Papa patagónico, el Pontífice argentino, el Papa latinoamericano, el Papa jesuita, el primer Pontífice americano y no europeo después de 12 siglos.
Hoy el Papa Francisco es muy distinto a los días felices y festivos de Río. Hoy el Papa Francisco no solo encarna el más alto liderazgo moral y espiritual, dentro y fuera de los perímetros cristianos y católicos. Su figura, su palabra, su fisicidad pastoral, su agenda, superan ampliamente esos límites. Los jóvenes de la JMJ en Polonia tendrán delante un Papa Francisco “diferente”, firmemente al mando de la barca de Pedro, para alejarla de los bancos de arena y conducirla, si es posible, renovada y saneada, hacia mar abierto, hacia las múltiples periferias de todo tipo donde Cristo se manifiesta en la presencia de los débiles, de los descartados descartados, de los vencidos. Los cientos de miles de jóvenes de todo el mundo que estarán con él, sin duda tendrán una percepción muy clara del Papa Bergoglio; ya no  solo es el Sucesor de Pedro, sino también un pastor en particular, irreversiblemente comprometido en diversos procesos de reforma de la Iglesia, desde aquellos de naturaleza pastoral y eclesial hasta los burocráticos e institucionales, en función de las verdades fundamentales que Francisco recuerda continuamente: Jesús, “ley suprema y perfecta”.
Estos jóvenes encontrarán un Papa inmensamente popular y amado dentro y fuera de la Iglesia, pero también atacado desde muchas partes, no con complots, pero sí con el método del “character assassination” (ataques periódicos y concentrados para deslegitimar su prestigio y su autoridad), aunque de todos modos esos ataques, si bien agitan grupos restringidos de vaticanistas o grupos del catolicismo tradicional o algún burócrata de la curia en descenso, nunca consiguieron socavar la figura de Francisco en la opinión pública católica y no católica. Un “Papa de teflón”, se ha dicho, usando la expresión acuñada por Ronald Reagan para observar que “los ataques no le pegan”.
Cuando vean a Francisco, los jóvenes verán pasar tres años de la vida de la Iglesia Católica que han sido algunos de los más ricos, creativos y movidos de las últimas décadas; años de decisiones importantes y de éxitos, pero también de fracasos, de errores, pruebas y correcciones. Son años en los que Francisco, y junto con él toda la Iglesia, ha intentado “ser Papa” de una manera diferente, sobre todo en diálogo constante, atento y continuo con el mundo; diálogo muy sensible a los jóvenes, a los que siempre ha llamado a las exigencias más altas sin ceder a la adulación fácil.
Un mundo distinto que a su vez, desde Río hasta Cracovia, ha seguido cambiado su rostro y lamentablemente para mal. ¡Es así!  Y no se trata, como se ha dicho, de pesimismo grosero. Es optimismo bien informado. En los últimos tres años, los pobres del mundo y los jóvenes son los que han pagado el precio existencial más alto de la crisis financiera y económica. Sería suficiente recordar algunas estadísticas sobre la situación de la economía, sobre la inequidad y la distribución de la riqueza, y también las cifras sobre la desocupación juvenil. Entre tanto, la guerra en Siria y todas las crisis relacionadas con ésta, también se han agravado, a lo que se suma la dramática crisis migratoria, un verdadero éxodo que las naciones de destino han denominado “la enésima tragedia del mar”. En todos los continentes se incrementaron en estos años los enfrentamientos, las guerras de poder, las lacras de la pobreza, las injusticias sociales, los autoritarismos de todo tipo, las políticas del odio, del antagonismo y de los muros. Entre tanto, el terrorismo con presuntos trasfondos religiosos, y recientemente el terrorismo “borderline”, siguieron sembrando muerte, sufrimiento y luto en todas partes, y bandas de asesinos han atacado a miles de inocentes. En el variado mundo del Islam, donde los límites entre fe y política son lábiles y arbitrarios, se está viviendo una especie de guerra civil musulmana, y las consecuencias, ya sabemos, afectan muchas veces a los países no islámicos.
En el ámbito de la defensa de la Creación, ha crecido la conciencia sobre la gravedad de la situación del planeta, pero la Tierra sigue siendo objeto de devastaciones y explotaciones salvajes,  y en definitiva tratada como basurero y no como yacimiento.
Y además el bien común, la política y los políticos en general, no han cambiado, o lo hicieron poco o nada. Su carrera desenfrenada a la baja en la seriedad, capacitación y compromiso no se detiene. Cada vez hay menos estadistas y más comerciantes de votos, y, como recuerda a menudo Francisco, son rehenes crónicos y endémicos de la corrupción.
Si Francisco decide empezar diciendo “Queridos jóvenes, ¿dónde habíamos quedado hace tres años…?”, será apasionante escuchar su palabra, su relato de estos tres años, su recuerdo de san Juan Pablo II, que una gran parte de los que están en Cracovia no han conocido, su visión del futuro: desafíos, estilos, contenidos, prioridades y compromisos.
El cardenal Stanislaw Dziwisz declaró al Avvenire: “los jóvenes son más sensibles que los adultos a la verdad, a la amistad, a la belleza”. ¡Es muy cierto! Es una esperanza. Estamos seguros de que Francisco hablará a los jóvenes del mundo con el lenguaje de la verdad, de la amistad y de la belleza.
Luis Badilla
Tierras de América

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