“A través de la oración silenciosa y sin palabras, Jesús nos llama a un camino interior que, a la larga, conduce a una profundización esencial de la misión apostólica” (Franz Jalicz)
24 de julio, domingo XVII del TO
Lc 11, 1-13
Y yo os digo: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis,, llamad y os abrirán, pues quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abre
Jesús, el Maestro –que está siempre ahí: “Yo te instruiré, y te mostraré el camino a seguir y me ocuparé de ti constantemente”(Sal 32, 8)–, enseña a orar a sus discípulos y les exhorta a ser perseverantes en la oración. Lo hace de camino a Jerusalén; quizás queriéndonos indicar que orar es caminar; es realizar un proyecto que empeña toda la vida del cristiano; un compromiso con el prójimo, con quien y por quien nos comprometemos a luchar por la justicia para que todo lo que Dios ha creado, los bienes de la creación, los materiales y los inmateriales, los de la cultura, la ciencia y la tecnología, sean de verdad para todos cada día, como proponen algunos exégetas.
El óleo manierista Oración del Huerto, -Botticelli y Tintoretto también la dibujaron- nos muestra un Jesús un Jesús sumido en profundo éxtasis y arrodillado. Los discípulos, plácidamente dormidos y ajenos a la escena. Una luna compasiva ilumina entre nubes una parte del cuadro. También aquí su luz de plata es ofertada a manos llenas para todos. Y no sólo el arte visual le otorga este significado trascendental. Igualmente el auditivo, como apunta en esta cita de su obra Música y Religión, Hans Küng: “Pues bien, la música puede, en definitiva, ser expresión y referencia de lo trascendente, de lo divino, encauzamiento hacia ello”.
Se ha dicho que orar es conversar con Dios; lo que a mi me parece correcto siempre que no pensemos en un “Padre nuestro que estás en los cielos” como ser personal ajeno a nosotros mismos que atiende las peticiones que la propia oración evangélica de Lucas y de Marcos nos señalan. En la película Hasta donde los pies me lleven, citada el pasado domingo, el mismo protagonista se queja y grita desesperado y hambriento: “¡El pan nuestro de cada día!... ¿Por qué no nos lo das ahora? El pintor danés Carl Heinrich Bloch (1834-1890) recogió la escena en El Sermón del Monte, cuando quiso enseñar a orar a sus seguidores. Éstos sí parecen estar más interesados y despiertos que los discípulos de la de Botticelli. ¿Por qué será que sus representantes jerárquicos son más dormilones?
En Biografía del silencio, Pablo D’Ors viene a identificar en cierto modo oración con meditación, y nos dice que: “La meditación nos concentra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser. Sin esta convivencia con uno mismo, sin ese estar centrado en lo que realmente somos, veo muy difícil, por no decir imposible, una vida que pueda calificarse de humana y digna”. Una visión que el monje cisterciense Thomas Keating percibe como un espacio interior que nos abre a la sanación, a la terapia divina, por así decirlo. La oración cura y ayuda a mantener buena salud: Médico, Meditación y Medicina, tienen raíz común.
Y no sólo cura en su particular consulta –¿por qué a los clérigos católicos encargados de la “cura de almas” de una parroquia- se les llamará “ cura”?- sino que cuando la oración es comunitaria, el consultorio se torna Hospital General de Sanidad Pública.
“A través de la oración silenciosa y sin palabras, Jesús nos llama a un camino interior que, a la larga, conduce a una profundización esencial de la misión apostólica”(Franz Jalicz en Jesús, Maestro de meditación).
LA TORTUGA CAREY
Soñó en la playa un sueño la carey:Soñó que no soñaba, que era ciertoque en su caparazón de mar abierto,brillaba el sol con aires de virrey.
Oraba la tortuga en son de amoresy agradecía a Dios el don del viento,el vaivén de las olas, y el acentosoñador de la luz y los colores.
Y yo doblé con ella mi rodilla.Oré también piadosamente y luego,tornando a retomar timón y remo,seguí mi viaje a Dios en mi barquilla
(NATURALIA. Los sueños de las criaturas, Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fe Adulta
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