Por Gustavo Vélez, mxy
“Dijo Jesús: Velad entonces, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!”. San Marcos, Cáp. 13.
1.- El criado de una familia acomodada contemporánea de Jesús, podría servirnos de instructor a los creyentes, cuando volvemos a celebrar la Navidad. Cuando recordamos, con inmenso cariño y asombro, que en un pequeño pueblo de Judea nació un Niño. Y en él, como enseña san Pablo, “habitaba la plenitud de la divinidad”.
Estamos en Adviento, una palabra que significa advenimiento. Dios vino hasta nosotros, pero nos prometió volver un día para transformar este aporreado discurrir del tiempo en historia de plena salvación.
2.- En una breve parábola Jesús enseña que hemos de vivir atentos ese regreso del Señor. Un hombre, al parecer de clase media, antes de emprender un viaje, encarga las tareas del hogar a sus siervos. Los judíos de cierta posición económica mantenían uno o varios criados a su servicio. Algunos para cuidar los rebaños y cultivar el campo. Otros, para los oficios domésticos. Aquel amo pide especialmente al portero estar alerta. Era frecuente, por la rudimentaria arquitectura de entonces, que los enemigos de lo ajeno entraran, rompiendo los o las azoteas de las casas.
3.- Pero además el señor puede regresar de improviso. San Marcos que escribe para no judíos, señala cuatro momentos en los cuales pudiera el amo aparecer, de acuerdo a la división romana de la noche: Al atardecer, a la media noche, al canto de los gallos, o cuando empieza el alba. Se le insiste a aquel criado que permanezca atento.
Este esfuerzo por velar se exige en muchas de nuestras actuales circunstancias. Vigila el celador de la empresa, el soldado de guardia, la enfermera junto al doliente, la madre cerca al lecho de su hijo. Pero también está alerta el negociante para no desperdiciar la ocasión de acrecentar sus caudales. Vigila el campesino que ruega a Dios la lluvia. El estudiante que prepara el examen. El amante que aguarda una llamada telefónica, o al menos un mensaje cifrado.
4.- A esta última actitud se asemeja la vigilancia recomendada por el Evangelio. Porque siempre, pero de manera más honda, más plena, en Navidad, Dios quiere revelarse a los suyos. Porque Él está viniendo cada instante a nosotros. Sólo falta que esta pared del tiempo se derrumbe, para encontrarnos definitivamente.
¿Pero este vigilar es solamente una figura literaria entre tantas que emplea el Maestro para adoctrinarnos? Es algo más. Es una invitación a sentir entre nosotros su presencia que hoy llamaríamos virtual. Una presencia luminosa que derrama serenidad. Que además nos ofrece la seguridad de que Alguien nos acompaña. Están alerta los padres que convocan a su familia ante el pesebre. Y todos cuantos rezamos en este tiempo al Niño Dios “con humildad profunda, con amor encendido” para que Jesús more entre nosotros.
4.- Vigilamos cuando al leer el Evangelio, ese “Dios-con-nosotros” nos estremece el alma. Vigilamos al poner en orden nuestra vida y regresar a los sacramentos. Vigilamos cuando, en actitud generosa, hacemos sensible el amor de Dios a los necesitados.
Es verdad que aquel criado, despabilando el sueño cerca a la puerta, atento al menor ruido porque ya puede retornar su señor, puede enseñarnos muchas cosas en este Adviento.
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