Durante las últimas semanas percibo que se está midiendo la crisis en los países desarrollados según el porcentaje de morosidad de las personas que están pagando una hipoteca, las cuales son la gran mayoría dentro de la ciudadanía económicamente relevante.
Este baremo, sin embargo, no tiene gran relevancia en los países en vías de desarrollo, ya que el número de personas que está pagando una hipoteca es relativamente pequeño en comparación con Europa y los Estados Unidos. En África, la crisis se manifiesta no en la desaceleración inmobiliaria o la falta de pagos asociados a la misma sino en los productos de consumo básicos.
Aquí les pongo un ejemplo que necesitará poca explicación. Les indico aquí en sus equivalentes en euros la evolución de los precios de un paquete de los más usuales de 2 quilos de harina de maíz:
Diciembre 07 0'48 Euros
Abril 08 0'65 Euros
Junio 08 0'68 Euros
Julio 08 0'75 Euros
Agosto 08 0'80 Euros
Septiembre 08 0'83 Euros
Octubre 08 0'87 Euros
Noviembre 08 1'20 Euros
En total, el paquete de maíz ha sufrido un incremento del 250% en poco menos de un año. Es por tanto muy difícil que una familia con ingresos modestos pueda mantener su ritmo de vida cuando los precios suben con tal velocidad. Llegado el momento, la economía familiar no podrá más y tendrán que reducir su dieta alimenticia.
Aunque en cantidades brutas la crisis sea menor, ya que estamos hablando de montos mucho menores que los de las contribuciones hipotecarias, sin embargo el impacto sobre la vida de las personas tiene dimensiones muy considerables porque no estamos hablando de una vivienda que por lo menos está ya construida y en uso mientras se está pagando, sino de un alimento básico que es integrante fundamental de la dieta diaria de muchas familias.
Si miramos las fechas, esta situación comenzó a agravarse mucho antes que se hablara de crisis en los mercados bursátiles y en los valores inmobiliarios. La verdadera crisis comenzó muchos meses atrás pero, como ocurre en muchos otros casos, el mundo no se enteró porque afectaba a aquellos sectores de población o a aquellos países que no afectaban a los niveles macroeconómicos. Una mitad del mundo cuya voz apenas se oye, porque simplemente no cuentan o no influyen en las grandes decisiones. Habrá que esperar a imágenes tétricas que se vean en los medios de comunicación para que se muevan ciertas fichas en el tablero internacional.
Seguro que aunque haga falta una ayuda infinitamente menor que el balón de oxígeno monetario que se ha dado a los bancos en todo el mundo, los dineros de la cooperación, las emergencias o la ayuda al desarrollo --¡¡balones de oxígeno para los pobres!!-- serán siempre exiguos en comparación con las necesidades. Ahí sí que se escatimará cuando a la banca se le ha firmado casi un cheque en blanco. "Que no nos falte liquidez, por Dios"... es el deseo de todos los gobernantes y con ese lema se ha movido Roma con Santiago en diferentes países para que la "confianza" de los mercados no se pierda. Todos los sacrificios a ciertos ídolos son justificados... los que se podrían hacer para los pobres o para alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio pues, ya se sabe: "¿para qué los vamos a mandar, si al final algún gobierno corrupto se va a quedar con la mitad o no van a ser efectivos?" y con razonamientos así se justifican los diferentes raseros a la hora de los apoyos económicos.
Pues sí, yo aquí comparto con ustedes mis índices personales de la crisis, mi Dow Jones particular que me dice que con un incremento del 250% en el alimento más básico no hay persona ni familia de recursos modestos que aguante. Que tus hijos se vayan a la cama hambrientos sí que es un indicador claro, apreciable e inequívoco de una verdadera crisis. Todo lo demás --incluída bajada del Ibex 35-- son pendejadas.
Alberto Eisman
Jaén, 1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán donde se ha encargado de la coordinación de proyectos en Nairobi y Wau.
Blog Muzungu
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