“Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite gritar: Abba, Padre”
(Rm 8,14-15)
He cambiado mucho en la vida. Desde que era pequeño hasta hoy.
He conocido gentes, he compartido historias, he tenido aciertos y algún que otro descalabro.
Y ahora soy consciente de que cuando te he dejado acunarme o sacudirme, cuando he dejado que tu palabra llegue hasta mis entrañas, entonces tú me has cambiado.
Pero soy lento, y a menudo sordo o perezoso para Ti.
Me atasco en mil dinámicas que no me dejan vivir a tu manera.
Me veo débil, a veces necio…
Menos mal que sé que tú no te cansas de modelarme, que me vas transformando con manos firmes.
Tú sabes a dónde me quieres llevar.
¿Dónde me veo necesitado de conversión?
¿Dónde siento que Dios trabaja en mí?
Jesuitas de Castilla
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