Wednesday, February 25, 2009

Una Iglesia camino de convertirse en secta

25-Febrero-2009 Atrio


Hace unos días publicábamos la coincidencia de dos teólogos alemanes, especialmente cercanos al teólogo alemán que hoy se sienta en el trono de Pedro, en pedir su dimisión como un servicio. Alguien insinuó que ATRIO degeneraba al ponerse al servicio de tales ridículas campañas. Pues no. Es todo más serio de lo que creen. Y es más fuerte y arraigada que nunca nuestra convicción , la de quienes promovemos este Foro. La Iglesia, dirigida por un octogenario que se cree la “mente teológica mejor amueblada” en la Iglesia de hoy, está refugiándose en el gueto (lo decía ya Rahner) o camino de convertirse en Secta, como dice hoy Hans Küng en Le Monde. No solidarizamos con lo que dicen, no porque lo diga ellos, sino porque lo pensamos por nosotros mismos, desde nuestro más profundo deseo de llegar a ser discípulos de Jesús.


La Iglesia corre el riesgo de convertirse en una secta

Entrevista a HANS KÜNG. Le Monde, 25.02.09


Larga silueta con cara tersa y pelo rebelde, Hans Küng, considerado como el mayor teólogo contestatario católico vivo, nos recibe en su casa de Tubinga con las paredes llenas de libros. Los suyos, innumerables y traducidos en todas las lenguas, destacan en su despacho personal. Vuelve de nuevo en esta ocasión sobre la tormenta desencadenada por la mano tendida del papa Benedicto XVI a los integristas católicos.


¿Cómo analiza la decisión de Benedicto XVI de levantar la excomunión de cuatro obispos de la corriente integrista de Mons. Lefebvre, de los que uno es Richard Williamson, un negacionista recalcitrante?

No me ha sorprendido. A partir de 1977, en una entrevista a un diario italiano, Mons. Lefebvre indicaba que “cuatro cardenales sostienen su corriente” y que “el nuevo cardenal Ratzinger prometió intervenir ante el papa para encontrarle una solución“. Lo que pone de manifiesto que este asunto no es ni un nuevo problema ni una sorpresa. Benedicto XVI siempre ha hablado mucho con estas personas. Hoy levanta su excomunión, ya que juzga que ha llegado el tiempo. Él ha pensado que podría encontrar una fórmula para reinstalar a los cismáticos, quienes, conservando al mismo tiempo sus convicciones, podrían aparentar que están de acuerdo con el concilio Vaticano II. Él se equivoca de plano.


¿Cómo explica que el papa no haya medido el clamor de indignación que su decisión iba a suscitar, más allá incluso de las causadas por las declaraciones negacionistas de Richard Williamson?

El levantamiento de las excomuniones no es un fallo de comunicación o de táctica, sino que constituye un error de Gobierno del Vaticano. Aunque el papa no tenía conocimiento de las declaraciones negacionistas de Mons. Williamson y aunque él mismo no sea antisemita, todos saben que los cuatro obispos en cuestión son antisemitas. En este asunto, el problema fundamental, es la oposición al Vaticano II, y, en particular, el rechazo a una nueva relación con el judaísmo. Un papa alemán habría debido considerar eso como un punto central y manifestar sin ambigüedad su posición sobre el Holocausto. Él no ha medido el peligro. Contrariamente a la cancellera Angela Merkel, que reaccionó rápidamente.

Benedicto XVI siempre ha vivido en un medio clerical. Ha viajado muy poco. Ha permanecido encerrado en el Vaticano -que es como el Kremlin de antes-, donde está al resguardo de las críticas. Del golpe, él no es capaz de darse cuenta del impacto de tal decisión en el mundo. El secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que podría ser un contrapeso, era su subordinado en la Congregación para la doctrina de la fe; es un hombre de doctrina, absolutamente sumiso a Benedicto XVI. Estamos ante un problema de estructura. No hay ningún elemento democrático en este sistema, ningún correctivo. Los conservadores eligieron al papa, y hoy es él quien nombra a los conservadores.


¿En qué medida se puede decir que el papa es aún fiel a las enseñanzas de Vaticano II?

Es fiel al concilio, a su manera. Hace hincapié siempre, como Juan Pablo II, en la continuidad con la “tradición“. Para él, esta tradición se remonta al período medieval y helenista. No quiere sobre todo admitir que el Vaticano II produjo una ruptura, por ejemplo, con el reconocimiento de la libertad religiosa, combatida por todos los papas previos al concilio.
La concepción profunda de Benedicto XVI es que es necesario acoger el concilio, pero que hay que interpretarlo; quizá no a la manera de los lefebvristes, pero en cualquier caso en el respeto a la tradición y de manera restrictiva. Por ejemplo, todavía sigue siendo crítico sobre la liturgia del Vaticano II.

Básicamente, Benedicto XVI tiene una posición ambigua sobre los textos del concilio, ya que él no está cómodo con la modernidad y la reforma. Ahora bien Vaticano II representó la integración del paradigma de la reforma y de la modernidad en la Iglesia Católica. Mons. Lefebvre no lo ha aceptado nunca y sus amigos d la Curie tampoco. En esto Benedicto XVI tiene una cierta simpatía hacia Mons. Lefebvre.

Por otra parte, encuentro escandaloso que para el quincuagésimo aniversario del anuncio del concilio por Juan XXIII (en enero de 1959), el papa no haya hecho un elogio de su antecesor, sino que haya elegido levantar la excomunión a las personas opuestas a este concilio.


¿Qué Iglesia está legando a sus sucesores el papa Benedicto XVI?

Pienso que defiende la idea del “pequeño rebaño”. Ésta es un poco la línea de los integristas, que consideran que, aunque la Iglesia pierda a muchos de sus fieles, habrá al final una Iglesia elitista, formada por “verdaderos” católicos. Es una ilusión pensar que se puede seguir así, sin sacerdotes, sin vocaciones. Esta evolución es un movimiento claramente de restauración. Eso se manifiesta en la liturgia y también en actos o gestos, por ejemplo cuando dice a los protestantes que la Iglesia Católica es la única verdadera Iglesia.


¿Está la Iglesia Católica en peligro?

La Iglesia corre el riesgo de convertirse en una secta. Muchos católicos ya no esperan nada de este papa. Y es muy doloroso.


Usted ha escirto: “¿Cómo un teórico tan dotado, amable y abierto como Joseph Ratzinger ja podido cambiar en este punto y convertirse en el Gran Inquisidor romano?” Pues ¿cómo?

Pienso que el impacto de los movimientos de protesta de 1968 resucitó su pasado. Ratzinger era conservador. Durante el concilio, él se abrió, aunque ya entonces era escéptico. Con el 68, volvió de nuevo a posiciones muy conservadoras, que ha guardado hasta hoy.


¿Puede el papa actual corregir aún esta deriva?

Cuando él me recibió en 2005, hizo un acto de valentía y yo creí de verdad que encontraría el camino para reformar, aunque lentamente. Pero, en cuatro años, ha demostrado lo contrario. Hoy, me pregunto si va a ser capaz de un gesto valiente. Para empezar, sería necesario reconocer que la Iglesia Católica atraviesa una crisis profunda. A continuación, podría muy fácilmente hacer un gesto a favor de los divorciados y declarar que, en algunas condiciones pueden acceder a la comunión. Podría corregir la encíclica Humanae Vitae (que condenó todas las formas de contracepción en 1968) diciendo que en algunos casos la píldora es aceptable. Podría corregir su teología, que data del concilio de Nicea (en 325). Podría decir mañana: “Queda suprimida la ley del celibato para los sacerdotes“. ¡Él es mucho más poderoso que el Presidente de los Estados Unidos! ¡No tiene que dar cuentaa a un Tribunal supremo! Podría también convocar a un nuevo concilio.


¿Un Vaticano III?

Eso podría ayudar. Tal reunión permitiría regular cuestiones a las que el Vaticano II no respondió, como el celibato de los sacerdotes o el control de natalidad. Sería necesario también prever un nuevo método para la elección de los obispos, en que el pueblo tendría una palabra que decir. La crisis actual ha suscitado un movimiento de resistencia. Muchos fieles se niegan a volver de nuevo al antiguo sistema. Incluso algunos obispos se han visto obligados a criticar la política del Vaticano. La jerarquía no lo puede ignorar.


¿Su rehabilitación podría formar parte de estos fuertes gestos?

¡Sería en cualquier caso más fácil que la reintegración de los cismáticos! Pero yo no creo en ella, ya que Benedicto XVI se siente más cerca de loa integristas que de la gente como yo, que trabajó y aceptó el concilio.


[Manifstaciones recogidas por Nicolas Bourcier y Estefanía Le Bars. Traducción de ATRIO]

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