En el Te Deum de Fiestas Patrias en la catedral de Rancagua, el pastor diocesano subrayó que hacernos responsables de los hermanos y hermanas de la Patria es la gran tarea que nos pide el Señor de la historia.
Citando el texto bíblico escogido, la parábola del Buen Samaritano, Mons. Alejandro Goic reflexionó sobre "cuántas veces rechazamos mirar a los prójimos olvidados y sufrientes. En nuestros días, en que todo se nos ofrece rápido, fácil y bonito, también se puede vivir la caridad desde una cómoda distancia: es más fácil dar con tarjeta o que nos descuenten en forma automática nuestro aporte solidario".
Destacó, asimismo, que el Señor nos pide cultivar la amistad cívica en tiempo electoral, rescatando la nobleza de la acción política y de los políticos para que ellos puedan recuperar su confiabilidad ante la ciudadanía. Citando una reciente declaración del Comité Permanente del Episcopado, invitó a una "campaña limpia y honesta, sin agresividad ni descalificaciones; una campaña respetuosa, con debates de altura que estén siempre orientados hacia la realidad de la gente, sobre todo a los pobres, sus problemas, necesidades y esperanzas".
Ver y conmovernos ante la desigualdad y la pobreza
El Obispo de Rancagua insistió en que el problema más sustantivo del país es lo que los Obispos han denunciado como la “escandalosa desigualdad” que caracteriza el desarrollo de la sociedad chilena como inequitativo, concentrador y excluyente. "La regresiva distribución de los ingresos es sólo una de las expresiones de una desigualdad estructural que también se manifiesta, entre otras realidades, en las oportunidades de acceso a educación de calidad, en la posibilidad de desarrollo de las diversas regiones de un país altamente centralizado, en la segregación urbana y en la inequidad que afecta a las mujeres".
El pastor se preguntó: "¿No habrá llegado la hora, de que hoy, se consolide un gran Acuerdo Nacional de cara al bicentenario?. Construir entre todos, un país más equitativo en todos los ámbitos de la vida, especialmente en empleos y sueldos dignos en mejoras sustanciales en educación, vivienda y salud. Un gran Acuerdo Nacional, que vaya más allá del gobierno de turno, para erradicar verdaderamente la pobreza. Y al que contribuyan todos los ciudadanos del país, especialmente los políticos de gobierno y de oposición, que todos verdaderamente busquemos el bien común de todos, especialmente de los más pobres. Este gran Acuerdo Nacional sería el mejor regalo al Chile del Bicentenario".
Añadió que el Señor nos pide “ver y conmovernos” con la realidad laboral; con la actual realidad de la familia amenazada en su realidad más profunda de ser espacio de amor y comunión del hombre y de la mujer, de acogida amorosa a los hijos y de otorgarles una educación integral; ante las manifestaciones de violencia que se han infiltrado en nuestro diario vivir. En concreto, mencionó la "violencia intrafamiliar, violencia callejera, violencia en la conducción irresponsable de vehículos, violencia en la expresión de nuestros anhelos de justicia, violencia increíble entre nuestros jóvenes en la escuela, violencia incluso en el lenguaje, en que hemos dejado de “pedir” o “solicitar” y sólo nos limitamos a “exigir”. Urge encontrar las causas de esta actitud destructiva y hacer un camino pedagógico de mayor humanidad en nuestras relaciones. Sin esta urgencia veremos como se destruye lo que hemos construido y nuestra indiferencia nos hará cómplices de la violencia que repudiamos".
Mons. Alejandro Goic manifestó que el Señor nos pide “ver y conmovernos” y abrir nuestro corazón y el corazón de Chile con la capacidad de conceder clemencia a la justicia, perdón a las ofensas, indulto y amnistía a quienes han reconocido sus delitos y cumplido ejemplarmente con gran parte de su pena. "La misericordia y el perdón, valores originales del Evangelio, son parte esencial del alma de Chile", concluyó el Obispo de Rancagua.
- Ver texto completo de la Homilía de Mons. Goic
Fuente: Comunicaciones Rancagua - Prensa CECh
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