Tuesday, October 27, 2009

Algo para pensar y orar en esta semana


Una escena que yo habría deseado observar es descrita por Lucas, cuando Jesús lee el Libro de Isaías, en la Sinagoga de Nazaret (Lucas 4:14-22). Los detalles nos muestran mucho sobre la vida diaria de Jesús. Era su costumbre de asistir a la Sinagoga el Sábado. Aunque criticaba aspectos de la Ley que ahí se proclamaba, escogió unirse a su comunidad en la alabanza a Dios. Aunque no escribió ninguna obra (hasta donde sabemos), Él leía, y fué escogido para leer a la Asamblea. Leyó de pie, devolvió el rollo del documento al ayudante, y se sentó - la postura de un maestro. Los ojos de toda la Asamblea estabán fijos en Él. Es un momento de gracia y promesa, pues trae la Buena Nueva a su pueblo.
Durante esos breves minutos, la historia se queda muda. El Ungido, el Mesías, ha llegado y se ha presentado. Observo la escena que se desarrolla, la tensión de Jesús al hacer el anuncio, la atención de toda la congregación, luego al mezcla de asombro y de rechazo. ¿Cómo reacciono yo?
Déjenme deslizarme al fondo de la Sinagoga para observar bien el suceso. Jesús está en su pueblo natal, un joven bien parecido, del que ya se ha comentado sobre sus enseñanzas y sus sanaciones. Yo escucho, Señor, cuando comienzas a proclamar la Buena Nueva. Ella nos llega con una especial dulzura de tus labios. No es sólo que Tú proclames la Buena Nueva: Tú eres la Buena Nueva, en Persona.

Espacio Sagrado

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