Me llama la atención, y me preocupa, que en la Iglesia se nos hable tan poco de Dios. Obispos, curas, cristianos de derechas y de izquierdas, casi todos andamos enzarzados en discusiones sobre muchas cosas. Asuntos relacionados con lo que opinan los políticos, los periodistas, los científicos, los hombres de negocios, los economistas, los progresistas y los conservadores. Nos preocupa todo eso. Y por eso hablamos tanto de esas cosas. Señal de que todo eso es lo que nos apasiona. ¿Y de Dios? ¿No tenemos nada que decir? Seguramente, y sin darnos cuenta de lo que ocurre, la pura verdad es que de Dios hablamos. Pero lo hacemos de forma que damos de él una imagen lamentable. Con nuestras divisiones, conflictos y enfrentamientos, con nuestros insultos y mututas agresiones, con las cosas extravagantes que decimos y hacemos, con todo eso, lo que pasa es que muchos ciudadanos terminan pensando y diciendo que hablar con "gente religiosa" es hablar con "gente rara", gente que vive en "su mundo". Porque no tenemos los pies en la tierra, sino que, con frecuencia, damos la impreisón de andar por las nubes. Así, lo que conseguimos, es dar una imagen de Dios que resulta lamentable, desagradable, sospechosa, quizá insoportable. Y entonces pasa lo que estamos viendo: es ya demasiada la gente que "puentea" a la Iglesia, pasa por encima de ella, precinde de obispos, curas y teologías, y prefiere entenderse directamente, y como puede, con Dios
.¿Por qué no hablamos más de Dios? ¿Es que no sabemos hablar de eso? ¿Es que nos da miedo? ¿Es que no tenemos nada que decir sobre esa cuestión fundamental? Jesús habló constantemente del Padre porque hablaba constantemente con el Padre. Nuesto silencio sobre Dios es la denuncia más fuerte de nuestra falta de experiencia de Dios. Si lo que de verdad nos apasiona en la vida es la política, el dinero, los cargos, ascensos y dignidades, ¿cómo vamos a poder hablar de Dios?
José María Castillo
Teología sin censura
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