Ayúdanos, Señor, a acoger la vida
que tú nos regalas,
y a cultivarla día a día
para hacerla crecer
hasta devolvértela
como un fruto maduro.
Enséñanos a desvivirnos como tú,
silenciosamente,
como el grano de trigo
que cae en tierra y muere
para convertirse en espiga, para hacerse comunidad,
conscientes al mismo tiempo
de que somos siervos inútiles.
Alienta en nuestro corazón
el amor que guió tu vida entera
al servicio de los hermanos,
como respuesta en fidelidad
a la voluntad del Padre. Amén.
Ciudad Redonda
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