(Juan María Laboa – Sacerdote e historiador) Al mirar al año pasado, ¿qué me preocupa de la situación de nuestra Iglesia? Muchas cosas, pero quiero fijarme en la imagen de Iglesia con la que se quedan nuestros jóvenes y nuestros conciudadanos según nuestra experiencia personal. En su imagen no prima la labor social o espiritual de los cristianos. La dan por supuesta e, incluso, participan en ella. Lo que les impacta e influye es la actuación y el discurso de los obispos y de los sacerdotes.
Mi impresión es que intuyen que su actuación es demasiado semejante a la del mundo: buscan el poder, actúan con los mismos métodos y artimañas, pretenden mantenerse por todos los medios, dan la misma importancia al dinero y a las maniobras con el lenguaje y con la exclusión.
Creo que, sin ser conscientes, nos exigen actuar según las palabras de Jesús, “no así vosotros”, y se escandalizan de que nuestro modo de jugar con las palabras, de juzgar y de actuar es demasiado semejante al de los políticos, periodistas y oponentes varios.
Tal vez nos piden ser “signo de contradicción” en su sentido más genuino, es decir, que ya que decimos que hemos nacido de nuevo, comencemos a parecernos a los hijos de Dios. Que seamos distintos, vaya, de cuanto ven y aborrecen en la sociedad.
Hablamos contra el aborto y el matrimonio homosexual, pero no amamos a la gente y nuestro discurso sigue siendo agresivo y prepotente como el de los poderosos de cualquier rango.
¿Si fuéramos sinceros no tendríamos que reconocer que, en lugar de signos de contradicción, nos hemos convertido, a menudo, en causas de división y de alejamiento?
La Iglesia española no se presenta siempre como un espacio de comunión y de acogida para cuantos ya no nos conocen pero no tienen nada contra nosotros; para cuantos desconfían, no siempre sin motivos; para cuantos dudan y observan con desconcierto tanto dogmático sin motivo.
Pido para el año nuevo más silencio y fraternidad, más seguridad en Cristo y menos en nosotros mismos.
Vida Nueva
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