Sunday, May 27, 2012

«Alguien le habrá convencido para que conservara esas cartas»



Un confidente del mayordomo: «O enloqueció o es una trampa»

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
«Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre aquella casa, pero no cayó, porque estaba fundada en la roca...». Benedicto XVI, adolorado pero, a pesar de todo, sonriente, recordó ayer a los fieles de Renovación Espiritual las palabras de Jesús. A pesar de estar sobre la roca, los fundamentos del Vaticano tiemblan de nuevo tras el arresto del ayudante de cámara Paolo Gabriele, principal sospechoso de la fuga de documentos reservados del escritorio del Papa.


En la cúpula de los palacios sacros se percibía ayer por la mañana una cierta irritación por los artículos que sembraban dudas y que describen la incredulidad de muchos en el Vaticano con respecto a la posibilidad de que una persona como “Paoletto” pudiera ser el “cuervo”. «Los documentos que han sido encontrados en su poder, y que no podía poseer, son una prueba aplastante», repiten desde la Secretaría de Estado.


Después de la incredulidad y el estupor, la pergunta que muchos de los que trabajan en el Vaticano se hacen, ante la «pistola humenate» de los documentos en posesión ilegal del mayordomo papal, tiene que ver con el motivo y con los posibles autores intelectuales.


Un anciano monseñor con gran experiencia en materia de procedimientos judiciales vaticanos invita a la prudencia. «El arresto se dio el miércoles por la noche, paralelamente a la perquisición en la casa del ayudante de cámara y al hallazgo de los documentos. Pero una instructoria seria, digna de este nombre, antes de identificar al “cuervo” en su persona, tendrá que encontrar los elementos que prueben el paso de aquellas cartas». El prelado añade: «Estamos todos avergonzados y tristes, la familia de Paolo está destruida. Pero quien le haya inducido a hacer esto es más culpable que él, porque usó a una persona ingenua...».



Sentimientos que comparten muchos empleados del Vaticano que conocen y frecuentan a Paolo Gabriele desde hace muchos años. «Pocos se acuerdan de que “Paoletto” forma parte de la familia Pontificia desde 1998, y que el que lo quiso fue el secretario de Juan Pablo II, el actual cardenal de Cracovia Stanislaw Dziwisz. Hubo entrevistas, porque se había liberado un puesto y, como sucede siempre, había muchos, muchísimos candidatos. Hay que entenderlo –continúa diciendo un amigo del arrestado, que se dedica a trabajos pesados en el Vaticano–, ese es un puesto en el que todos quisieran estar, te resuelves la vida... Gabriele no quería ni siquiera participar en la entrevista, pero le empujaron a hacerlo. Y fue elegido por Dziwisz, que se quedó impactado por su sencillez y por su fe profunda. Recuerdo que Juan Pablo II, cuando le veía hacía girar el bastón y le decía: “Paulus”».


¿Y entonces, los documentos que encontraron en su poder y que llevaron al arresto? El hombre, que no esconde su emoción al hablar de su amigo el ayudante de cámara, reflexiona un poco. Finalmente dice, con un hilo de voz: «O enloqueció de repente o fue arrastrado a una trampa, porque alguien importante le habrá convencido para que conservara estas cartas».



La hipótesis más simple, la más evidente (y por ahora la más probable), atendiendo a los resultados de la investigación que confirmó el padre Federico Lombardi, sigue siendo obviamente la de la infidelidad. Aunque casi nadie cree que Paolo Gabriele pueda ser el único y principal culpable, capaz de orquestrar o dirigir la fuga de documentos. Otrso empleado del Vaticano que conoce bien al sospechoso cuenta que «No duermo desde hace dos noches: Poletto me llamó el lunes por la tarde, estaba triste porque pocas horas antes le habían dicho que sospechaban de él. Estaba amargado, porque sus superiores habían perdido la confianza en él. Pero también estaba tranquilo. Es decir, no me parecía un hombre que estuviera escondiendo algo...». Insistimos: ¿y las cartas que no podía poseer? «Son un hecho –replica el joven vestido con ropa oscura–, aunque desde que le arrestaron me pregunto esto: ¿cómo es posible, si tenía estos documentos y había sido advertido de las sospechas en su contra, que no los haya destruido?».


Los empleados del Vaticano piden el anonimato por temor, hablan en voz baja. Otro conocido de Paolo Gabriele cuenta un episodio significativo: «Incluso él ha cometido algún error, hace algunos años, cuando se le acercaron algunas personas que querían hacer llegar al Papa una denuncia sobre algunos hechos muy graves. Siguiendo un sentimiento de justicia, se prestó a ello y, equivocándose, fue más allá de sus funciones»:

Los motivos que circulan como hipótesis de su participación en los “vatileaks” son, según una fuente vaticana, «el dinero, o la convicción de estar participando en una operación de “transparencia”». Habrá que esperar las explicaciones que dará y los resultados finales de la investigación para saber más. Mientras tanto, en un clima de sospechas y venenos, las investigaciones continúan. Se dice que otro laico de la Secretaría de Estado está en la mira de los investigadores. Para llegar al “director” del todo, en cambio, tendrá que pasar mucho tiempo, si es que se logrará descubrir quién es.

Vatican Insider

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