Hoy, 25 de mayo, la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de SAN CRISTÓBAL MAGALLANES JARA, en el aniversario de su martirio ocurrido en un día como hoy del año 1927 en Colotlán, Jalisco, México. Oriundo de Totaltiche, Jalisco, México, en 1869, fue sacerdote.
Junto con él, fue también martirizado AGUSTÍN CALOCA CORTÉS, sacerdote, de Zacatecas, México. En el año 2000, Juan Pablo II les declaró santos junto a otros 23 compañeros mártires. Unidos pues a la Iglesia mexicana, brindemos nuestro vivo aplauso a San Cristóbal Magallanes y San Agustín Caloca Cortés. |
QUERIDOS SANTOS CRISTÓBAL MAGALLANES Y AGUSTÍN CALOCA: aunque de edades muy distintas, el destino los unió en el viaje definitivo al Señor. Quien te diría, Cristóbal, cuando tu nacías en 1869, que te unirías a un joven sacerdote que nacería casi 30 años después, en la tarea pastoral y en la entrega gozosa de sus vidas. Cristóbal, tu dejaste en tu parroquia, que era la de tu pueblo natal, el recuerdo de haber sido un sacerdote de fe ardiente, celo apostólico, que se entregó a la promoción cristiana y humana de tus feligreses. Para los indios huicholes fuiste también un padre y un verdadero amigo. A ellos y a todos supiste inculcar algo que llevabas en tu corazón como una joya preciosa: el rosario a la Santísima Virgen. Un aspecto de tu pastoral al que diste atención preferente fueron las vocaciones sacerdotales. Cuando los perseguidores de la Iglesia clausuraron el seminario de Guadalajara, tu inmediatamente ofreciste tu parroquia, para poner allí un seminario con el fin proteger, orientar, y formar a los futuros sacerdotes. Y, a Dios gracias, se logró abundante cosecha. Contigo estuvo Agustín Caloca, quien se desempeño como ministro de la parroquia y prefecto del seminario. Juntos llegaron a la puerta del martirio. Cuando este era ya inminente, un militar, viendo la juventud del P. Agustín, le ofreció la libertad. Pero fue hermosa su respuesta solidaria: "no acepto la libertad sino se la conceden también al Señor cura, el P. Cristóbal". Frente al pelotón de fusilamiento, tu P. Cristóbal, mirando a Agustín le dices: nimo, hijo, no tengas miedo, es solo un momento y después estaremos en el cielo". Y añades: "muero inocente, y pido a Dios que mi sangre sirva para la unión de mis hermanos mexicanos". La descarga retumbó en aquella parroquia tan cristiana y les abrió la puerta del paraíso.
Radio vaticano
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