Suena a rancio
Cuaresma suena a rancio,
no lo podemos evitar;
A naftalina con cilicio
y ayuno de generosidad.
A quien aprovecha.
para desahogarse,
siempre desde el púlpito,
con soberbia de santidad.
Las mismas bocas,
los mismos sermones
de dedo hiriente y culpa fácil,
contra todos y por nadie.
Y que pena...
porque no es eso.
Es parar, frenar y bajarse
del paso a salto de mata;
de los días sin sentido
solapados con desidia.
Es abrir, respirar y salir
de la cueva que atrapay
nos condena a soledad,
precisamente junto a otros.
Es gastar, invitar y ofrecer
lo que se es,
lo que se tiene
con la generosidad del pobre,
que poco sabe de austeridad.
Miguel Ujeda SJ
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