«Yo me siento más que nunca en manos de Dios. Es lo que he deseado toda mi vida, desde joven. Y eso es también lo único que sigo queriendo ahora. Pero con una diferencia: hoy toda la iniciativa la tiene el Señor. Les aseguro que saber y sentirme totalmente en sus manos es una profunda experiencia». El 3 de septiembre de 1983, Pedro Arrupe renunciaba, por primera vez en la historia de la Compañía de Jesús, a su puesto de General de la Congregación.
Atrás quedaba una historia surcada por un profundo amor a Dios y al Papa, no exenta de problemas y valoraciones opuestas. El propio Peter-Hans Kolvenbach, sucesor de Arrupe, afirmaba a los diez años de su muerte que «como todo testigo profético, el padre Arrupe fue signo de contradicción, incomprendido o mal comprendido, en la Compañía y fuera de ella».
Ahora, cuando se cumple el primer centenario del nacimiento de este jesuita, vigésimo octavo sucesor de San Ignacio de Loyola, sale a la luz «Pedro Arrupe, General de la Compañía de Jesús. Nuevas aportaciones a su biografía» (Mensajero y Sal Terrae), un completo volumen de 1.077 páginas, escrito por 26 autores que conocieron al General de los jesuitas y convivieron con él en algunas de las etapas de su vida. El libro ha sido coordinado por el historiador Gianni La Bella.
Según sus editores, «las contribuciones e investigaciones publicadas en este libro, utilizando nuevas fuentes de archivo en gran parte inéditas, han liberado la historia del generalato del padre Arrupe de una especie de «marginación» histórica, que lo ha acompañado sobre todo después de su muerte y, enmarcándolo en la complejidad de los acontecimientos históricos, culturales y religiosos de su tiempo, devuelven a Arrupe lo que le pertenece».
Y es que el volumen ofrece sabrosas y, en buena medida, inéditas revelaciones acerca de la visión de la Iglesia y de este religioso, desde el comienzo de su vocación a su muerte, haciendo especial hincapié en sus años como misionero en Japón y, fundamentalmente, en los difíciles tiempos como máximo responsable de la principal orden religiosa del mundo católico (1965-1983).
Uno de sus coeditores, el jesuita Ignacio Iglesias, resalta para D7 que «uno de los objetivos de esta obra es llenar el vacío que se produjo desde su enfermedad a su muerte, y lo que significó la misión de Arrupe en la vida de los jesuitas, y de la propia Iglesia». Amigo personal de Arrupe, lo define como «un testigo, sumamente cercano. Su ideal de vida era que todo el mundo se sintiera único cuando estaba a su lado. Se desvivía por todos».
El volumen resalta los duros momentos previos a la enfermedad del General de la Compañía de Jesús, y los dos años que pasaron desde que sufrió la trombosis que acabó con su vida a la aceptación de su renuncia por parte de Juan Pablo II. «En ese momento, se produce una bajada de telón, y la vida de Arrupe desde aquel instante es prácticamente oculta». Pese a ello, constata Ignacio Iglesias, «jamás fue tan líder espiritual de la Compañía como durante los años de su enfermedad».
Uno de los capítulos más oscuros en la reciente historia de la Compañía de Jesús -y que diversos autores, como Manuel Alcántara o el propio Iglesias, relatan pormenorizadamente en el estudio- se encuentra precisamente en el proceso de transición, iniciado por Arrupe años antes de su enfermedad.
«Sencillamente, Juan Pablo II ya estaba en diálogo con Arrupe con vistas a facilitar su transición». Durante la enfermedad del religioso, el Papa Wojtyla designó al padre Dezza como delegado personal para liderar el proceso de cambio en la congregación. «Arrupe vio claro que era el momento de dar el relevo». En 1983, el Papa puso fin al período de transición, nombrando General al holandés Peter-Hans Kolvenbach, quien ya ha anunciado que dejará su cargo en 2008. Será, entonces, la segunda renuncia en vida del máximo responsable de la congregación fundada en el siglo XVI por San Ignacio de Loyola.
Fuente ABC
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