Ernesto Cardenal, ex ministro de Cultura de Nicaragua, sacerdote y poeta
La gira que Ernesto Cardenal está realizando por Canarias comenzó anteayer en La Palma y continuó ayer en el Museo Elder. El lunes el sacerdote y escritor mantendrá un encuentro con poetas canarios en el Casino La Unión de Telde, a las 20.30 horas, el martes actuará en el Museo de la Ciencia y el Cosmos de La Laguna a la 19.30, y el miércoles, en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz, tendrá un encuentro también con poetas canarios a la misma hora. En este espectáculo, los músicos del Archipiélago ponen música a sus poemas y Cardenal lee fragmentos del libro Cánticos. "Es como volver a mi orígenes", reconoce Caco Senante, "a los trabajos que hice con Agustín Millares Sall o Pedro Lezcano".Lo entrevista Alberto García Saleh en La Provincia.
- ¿Cómo establecería usted la diferencia entre el sandinismo de antes y el de hoy?
- Nada tiene que ver una cosa con otra. La revolución de Nicaragua fue de las más bellas revoluciones que ha habido. Fue de una solidaridad con el mundo entero, tuvo un gran cariño de todos los pueblos y hubo un gran entusiasmo de nuestro pueblo con ella. Fue una guerra de siete años contra Estados Unidos y se ganó, haciendo que las tropas de ocupación norteamericana se fueran de Nicaragua. Luego, algunos de los principales dirigentes empezaron a robar antes de entregar el poder y perdieron la revolución. Ahora están en el gobierno esos mismos que traicionaron la revolución y también el sandinismo.
- ¿Pesa mucho la responsabilidad de ser el poeta hispanoamericano más importante de estos momentos?
- Eso es algo muy arbitrario. No me creo tan importante, y, aunque lo fuera, no tiene importancia el ser importante.
- Pero usted ha viajado por todo el mundo y ha visitado los países más insólitos. ¿Qué países le han sorprendido más?
- Tengo un libro de poemas titulado Pasajeros de tránsito que es de viajes por muchas partes del mundo. Mis poemas nacen de las experiencia del país, y no de la experiencia del conocimiento que hay del país.
- Pero sus obras han sido traducidas a muchos idiomas.
- Sí, pero eso no es garantía de excelencia. Es cierto que se ha publicado en muchos países, pero se habrá leído menos y el que sean excelentes creo que menos todavía. Un poeta inglés decía que algunas obras grandes de la literatura radica su grandeza en algo extraliterario. Yo diría que si hay una pequeña grandeza en mí obra es por razones extraliterarias porque los temas de mi poesía son los pobres y el amor y la humanidad.
- Usted tiene una vocación religiosa que considera tardía. ¿Qué es lo que le produce a usted la conversión religiosa?
- Yo había tenido siempre una vocación de entrega a Dios, y eso significaba la renuncia al apoyo humano y otras muchas renuncias, y por eso no me atrevía a renunciar. En un momento de mi vida yo resolví probar, como quien se tira a la cárcel entregándome a Dios. Entonces me llené de felicidad y unión con Dios. Él entró dentro de mí y desde entonces tengo una unión mística amorosa con Dios.
- Pero usted no comulga mucho con los representantes de Dios en la Tierra.
- Yo no creo en el Vaticano, sino en Jesús, y en la iglesia que él trató de crear, que es muy diferente de la de ahora.
- Se han derramado muchos ríos de tinta sobre el encuentro que tuvo con Juan Pablo II y sobre lo que le dijo.
- Lo que Juan Pablo II me dijo fue: "Usted debe regularizar su situación". Yo no le quise responder, y me volvió a repetir la frase con ese tono brusco que tenía. Simplemente él me estaba regañando porque yo era un sacerdote en un cargo de gobierno en una revolución, y él me estaba pidiendo que yo dejara ese cargo. Pero el obispo de Nicaragua había autorizado a los sacerdotes que teníamos cargo de Gobierno a que siguiéramos con ellos por cierto tiempo mientras fuese necesario y el Vaticano lo había difundido. Me hizo una humillación pública porque estaba en el aeropuerto con la Junta de Gobierno y como yo era ministro de Cultura, el Gobierno decidió que yo tenía que ser presidente aunque el Papa no quería mi presencia.
- ¿Y qué cree que realmente quería el Papa?
- Quería una revolución que persiguiera a la Iglesia, como había sido el comunismo en Polonia, que era un país tremendamente católico con un gobierno antirreligioso e impopular. Nicaragua era muy católica, pero apoyando una revolución de orientación marxista, aunque cristiana. Y el Papa creyó que hablando contra la revolución en la plaza ante 700.000 personas en la misa papal, el pueblo lo aclamaría. Y entonces el pueblo empezó a gritarle en contra y a faltarle el respeto, hasta el punto de que el Papa tuvo que gritar varias veces: "¡Silencio!"
- ¿Respondió usted al Papa cuando le regañó?
- No podía. Estaban todas las cámaras y no iba yo a ponerme a polemizar con el Papa.
- Usted es un exponente de la teología de la liberación.
- Me considero un discípulo. La teología de la liberación me ha inspirado, entre otros, a los poetas marxistas.
- ¿Qué ha supuesto su última distinción, el premio de Pablo Neruda?
- Fue especial por ser un ídolo de juventud. En mi discurso de entrega dije que, hasta ese momento, me había ufanado de ser el poeta menos premiado de la lengua castellana.
RD
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