Misionera y promotora de un programa de pacientes de VIH en Malawi
(Texto: Victoria Lara- Foto: Luis Medina) Este martes 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Sida. Testimonios como el de la misionera Amparo Cuesta, que ha concedido una entrevista a Vida Nueva, nos demuestran que la Iglesia sigue haciendo una importante labor en la atención a los afectados por el VIH, pero también en la información y prevención. Cuesta pertenece a la Congregación de las misioneras de África (Hermanas Blancas), y durante los últimos siete años de su presencia en Malawi –donde trabajó durante 30 años– promovió la puesta en marcha de un programa de atención a los enfermos de sida en sus casas, en concreto en la diócesis de Lilongwe.
“Lo más duro era ver a los enfermos de sida en las chozas, en sus pueblos, callados, silenciosos, sin quejarse, cuando a lo mejor estaban deshechos humanamente. (…) Yo creo que ningún ser humano debería morir así”. De esta manera describe la religiosa lo que fue más difícil durante los años que pasó en Malawi. Poco a poco, este programa, pionero en el país, fue creciendo y pasó de una primera etapa de información a los voluntarios, a una fase de formación, en la que se empezó a enseñar a enfermeras que se ofrecían a colaborar durante sus ratos libres. El programa llegó a tener unos 600 voluntarios, repartidos por unos tres distritos del país.
Estas tareas se complementaban con la prevención. Pero, a diferencia de quienes apostaban sólo por el preservativo como único medio para evitar el contagio, “promulgábamos la abstinencia y la prevención”, asegura Amparo Cuesta. Entre los años 2003 y 2004 se empezaron a repartir medicamentos retrovirales y, actualmente, unas 400.000 personas reciben gradualmente los retrovirales en el país. “Ya no existe ese miedo a que les detecten la enfermedad. La calidad de vida les ha mejorado muchísimo”.
Vida Nueva
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