Hans-Gert Poettering (Alemania, 1945), presidente del Paralemento Europeo ha puesto el dedo en la llaga respecto a la crisis: “No podemos permitir que tras la crisis monetaria, los americanos pongan 700.000 millones de dólares en el sistema bancario, es decir, a unos bancos que ganan dinero para su uso privado. Además, hay otro aspecto. Nunca comprenderé que haya 700.000 millones de dólares de los contribuyentes disponibles para salvar al sistema financiero y no para luchar contra el hambre del mundo. Esto no es aceptable y por esto propongo correcciones.”
La crisis tiene también un lado de purificación.
Durante las últimas semanas no se ha hablado de otra cosa que de la crisis. El otro día leía las conclusiones muy pesimistas de un hombre de negocios. En su opinión la clase política española en general y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en particular, no dan muestras de ser conscientes de la que “se nos viene encima”. O nadie les ha contado el alcance real de lo que está pasando o están mirando hacia otro lado. Estaríamos en una crisis de carácter histórico, un crack superior al del 29, que se va a llevar por delante la estructura del mercado, una crisis no sólo europea y norteamericana, sino generalizada, de carácter mundial.
Sin embargo desde un punto de vista más espiritual y solidario el panorama no es tan negro: algo parece estar cambiando en el mundo. El lugar que ocupaban las Torres Gemelas, la nueva zona cero de Nueva York, se habría desplazado ahora 50 calles más arriba, a un par de manzanas de imponentes rascacielos que albergan las sedes de los grandes bancos de inversión, los reyezuelos de los últimos tiempos de dinero fácil, sueldos millonarios y excesos de todo tipo, y los villanos -y chocantes víctimas- del último capítulo del tsunami financiero.
El dios del capitalismo, la ambición sin medida, ha comenzado a caer de su pedestal. Nada será lo mismo ya en Estados Unidos. “Se ganará menos dinero y se endurecerá la normativa bancaria, hasta que alguien invente la forma de saltársela”, asegura el responsable de un fondo de alto riesgo con sede en Washington. Y dos: tras años de ultraliberalismo fundamentalista, los mercados constatan que el Gobierno -y la regulación- no es el problema, es la solución. La Administración de Bush ha salido al rescate con la mayor intervención pública sobre los mercados que se recuerda. Puede que mayor incluso que la posterior a la crisis de 1929. Los especialistas dicen que eso no es una novedad. Pero no deja de ser curioso que el santuario del liberalismo haya que acudir a medidas “socialistas”, a la intervención del “papá Estado”.
Es cierto que los pobres son los primeros que están pagando el desastre. Pero hay datos curiosos, como la espectacular bajada en Estados Unidos de los accidentes de automóviles, porque se saca menos el coche, o la limpieza de indeseables en el mercado económico. Quizás tengamos que sufrir, pero un lado positivo de este terremoto es la “limpieza” o purificación que parece llevar consigo.
En este sentido Benedicto XVI ha sido muy claro con su reciente advertencia de que la crisis económica y financiera mundial no exime de aplicar los compromisos adoptados en la lucha contra la pobreza. Ante la anunciada cumbre mundial de la ONU, el Papa acaba de renovar la invitación “para que se tomen y se apliquen con valentía las medidas necesarias para desarraigar la pobreza extrema, el hambre, la ignorancia y el flagelo de las pandemias, que golpean sobre todo a los más vulnerables”.
Pedro Miguel Lamet sj
Del blog "El alegre cansancio"
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