Cara de mármol y Cruz de plomo
CARA DE MÁRMOL
Anda muy extendida la creencia de que el cristiano no ostenta la condición de ciudadano, legitimado como el que más para intervenir en los asuntos públicos con opinión e influencia propias. Ahora entendemos bien a Alejandro Sanz y su corazón partío, ya que mientras el conservador nos acapara a su antojo, el progresista nos arrincona al ámbito de lo privado. Pues bien, no renunciemos a decir nuestra palabra, sin temor y sin necesidad de padrinos. Al acecho, los tecnócratas y el capital confían en nuestra indiferencia para asumir gustosamente todas las riendas. Se equivocan.
CRUZ DE PLOMO
Algunos cristianos, no pocos y en ocasiones de gran responsabilidad, pretendemos sistemáticamente construir o criticar la ordenación del espacio público, objeto específico del debate político plural, exigiendo a quien no comparte nuestra confesión la aceptación estricta de nuestra ética de máximos. Por arriba, lamentable visión desenfocada e indecorosa ausencia de caridad. Por abajo el de siempre, el que se abaja. Él se sorprende con nuestra actitud y reflexiona para sí una vez más: "¿Quién es mi madre, y quiénes mis hermanos?".
Pastoral sj
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