Por José María Martín OSA
1.- El Salmo 24 canta la misericordia de Dios. Dios no deja nunca de darnos nuevas oportunidades para que rectifiquemos nuestro error y podamos seguir de nuevo su camino. Tenemos que alegrarnos de que Dios perdone a los pecadores que han destruido sus propias vidas, precisamente porque somos nosotros esos mismos pecadores. La justicia de Dios no se puede separar de su misericordia. Por eso en Ezequiel se conecta íntimamente el arrepentimiento con la justicia de Dios. Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Con la conversión viene la justicia misericordiosa. Es lo que señala precisamente el salmo de este domingo. Casi nunca centramos nuestra reflexión en el salmo del día. Sin embargo, los salmos parten de una experiencia profundamente humana y valen para los hombres y mujeres de todos los tiempos. El tema central del Salmo 24 es sin duda la confianza plena y absoluta de parte del salmista en la misericordia de Dios. El autor suplica apoyándose en el amor y bondad de Dios. Reconoce, así mismo, al Dios de la verdad, de la justicia, del perdón. Al Dios que trata a todos los hombres con amor benevolente, con amor misericordioso; es decir, se une a nosotros hasta en lo más íntimo, nos llega a considerar sus amigos íntimos, pues solo a estos se les revelan los secretos. El salmista, pues, se abandona confiadamente en las manos del Padre, tiene la certeza que Él le liberará, que Él le rescatará, le protegerá. En una palabra se sabe amado por Dios. Podemos ver en la figura del salmista al hombre que absolutamente y sin reservas ha puesto toda su confianza en las manos de Dios: Jesucristo, quién dijo a su Padre antes de entregarse voluntariamente a la muerte en Cruz «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Sólo una cosa no coincide la imagen de Cristo con la del Salmista. Jesucristo no tuvo falta alguna, sin embargo, asumió en su carne nuestras debilidades, nuestras limitaciones, nuestros pecados y nuestra pobreza y así con todo se entrego amorosamente a la voluntad de su Padre, porque confiaba en su amor y en su fidelidad. Para nosotros este salmo debe ser sin duda un apoyo en los momentos oscuros, para poder cantar con el salmista toda nuestra confianza en Dios, para suplicarle su ayuda y su salvación. Dios como lo dice el salmista es el Dios del amor y de la verdad. Y a ejemplo de Jesucristo abandonarnos confiadamente a ese amor de nuestro Padre todos los días de nuestra vida, pues El Señor no se olvida de que su misericordia es eterna.
2.- Tener los sentimientos de una vida en Cristo Jesús. Pablo escribe a los filipenses desde la prisión. Sin embargo, toda la Carta está envuelta en una atmósfera de alegría. Los cristianos de Filipos tienen una fe y una generosidad ejemplares, aunque hay entre ellos algunas diferencias y divisiones. Por eso, Pablo insiste en la unidad en el amor y en la humildad, como Jesús se humilló para salvarnos. Esta lectura se tiene que leer repetidamente y aplicarla también a fondo en nuestras comunidades del siglo XXI. La clave para conseguir una comunidad unida y válida evangélicamente hablando es tener entre todos sus miembros los mismos sentimientos de Cristo. Nosotros tenemos que abandonar también todo orgullo, sentimiento de superioridad o descalificación de “los que no son como nosotros”. Hemos de buscar el interés de los demás y no perder nunca de vista que los caminos para llegar a Dios son variados. Precisamente, la pluralidad de carismas es lo que enriquece a la Iglesia. Mantengamos siempre la unidad, que no es uniformidad, sino diversidad de estilos y modos dentro de la Iglesia.
3.- “Obras son amores…” Lo importante son los hechos y no las palabras. Muchos de los publicanos y prostitutas creyeron y siguieron a Jesús. El cristiano verdadero se compromete con Cristo. Cristo es radical en su llamada. Nos quiere llevar por el camino de la cruz y quiere que le amemos más que a todas las cosas. Hay cristianos que tardan en comprometerse, pero lo hacen (Nicodemo, la Samaritana, Zaqueo...) Otros quisieran comprometerse, pero no se deciden a dejarlo todo. Tratan de servir a dos señores: a Dios y al diablo. Todos nosotros no somos todavía lo que debiéramos ser. En muchas cosas permanecemos aún esclavos de muchas imperfecciones; no estamos completamente libres para Dios, para Cristo, para un amor perfecto. En la parábola de los dos hijos enviados a la viña Jesús nos enseña el deber de servir. Y pone muy en claro que los servidores son los que obedecen al Padre.. Porque el servir a Dios no es una obra externa, superficial y tradicional, buscando el favor de Dios, sino es algo que nace en la obediencia, en la entrega a él. La voluntad de Dios es que sirvamos, que trabajemos en su viña. La viña del Señor es la iglesia local. Pero, también debemos de ver las necesidades de la gente que está a nuestro alrededor: pobreza, necesidades morales y espirituales…. Es ahí cuando los cristianos debemos de llevar la ayuda, el mensaje, el consejo, llegar a los necesitados. ….No pongamos disculpas, como los personajes de este cuento
Este es un cuento sobre 4 personas llamadas Todos, Alguien, Cualquiera y Nadie.
Había que hacer un trabajo importante y TODOS estaban seguros que ALGUIEN lo iba a hacer. CUALQUIERA lo podría haber hecho, pero NADIE lo hizo. ALGUIEN se enojó por esto, por que era el trabajo de TODOS.Cada uno pensó que CUALQUIERA lo podía hacer, pero NADIE se enteró de que TODOS no lo iban a hacer. TODOS culparon a ALGUIEN, cuando NADIE hizo lo que CUALQUIERA podría haber hecho.
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