26-Septiembre-2008 Leonardo Boff
Indudablemente la democracia es el mejor modelo de organización política que la humanidad ha encontrado. Sin embargo, allí donde se introdujo en el contexto de las relaciones capitalistas de producción, vive en permanente crisis. Por su propia lógica interna, tales relaciones producen desigualdades sociales y exclusiones que corroen por la base la idea misma de democracia.
Democracia que convive con miseria y explotación se transforma en una farsa y representa la negación de la propia democracia. Es sabido que la democracia siempre se paró en la puerta de la fábrica. Dentro de ella impera, con elogiosas excepciones, la dictadura de los dueños del poder y de sus administradores. No obstante esta contradicción, nunca cesa el deseo de hacer de la «democracia un valor universal», sueño imperecedero del notable teórico italiano, Norberto Bobbio, o la «democracia sin fin» de Boaventura de Souza Santos, quizá el mejor pensador político portugués, es decir, la democracia como proyecto a ser realizado en todos los ámbitos de la convivencia humana y perfectible indefinidamente.
En todas partes se procura romper el pensamiento único y el modo único de producción capitalista, inventando formas participativas de producción y abriendo brechas nuevas a través de las cuales se pueda concretizar el espíritu democrático.
Recientemente tuve la oportunidad de asistir al ejercicio democrático de la producción en una fábrica de cerámica de la ciudad de Neuquén, al sur de Argentina, puerta de entrada a la Patagonia. Se trata de Cerámica Zanon, que pertenecía a un grupo económico multinacional, cuyo dueño principal era Luís Zanon, de la empresa Ital Park, testaferro de la privatización de las Aerolíneas Argentinas y uno de los cien empresarios más ricos de Argentina. Este empresario en 2001 estaba a punto de declarar la empresa en quiebra. Llegó a despedir a 380 obreros y al mismo tiempo recibía préstamos millonarios de varios organismos financieros para salir enriquecido con la quiebra. Se trataba por lo tanto de una quiebra fraudulenta, como ha sido probado.
Los obreros resistieron, comenzaron a organizarse y articularse con otras entidades sindicales, movimientos sociales, universidades, iglesias y, directamente, movilizando a la sociedad civil local y nacional. Todos los intentos de la policía por desalojarlos fueron frustrados. Asumieron la dirección dentro de la fábrica y de forma democrática organizaron la compleja producción de cerámica de alta calidad con moderna maquinaria italiana. Decretada la quiebra en 2055, cambiaron el nombre de la fábrica, se llama «Fasinpat» (fábrica sin patrones).
Democráticamente ajustaron los departamentos, introdujeron la rotatividad en las funciones para aprender todos más, hicieron acuerdos con la universidad local. Y no sólo eso. La fábrica no se limita a producir productos, produce también cultura, con biblioteca, visita de escuelas, shows multitudinarios en el gran patio, colaboración con los indígenas mapuche, que ofrecieron su rica simbología ahora asumida en la producción. Trabajan allí 470 obreros produciendo mensualmente 400 mil metros cuadrados de varios tipos de cerámica.
Daba gusto ver la cara distendida de los obreros, libres de la servidumbre del trabajo alienado, conscientes de estar llevando avante la democracia real en las relaciones productivas que revertía en relaciones humanizadoras entre ellos. Su propuesta es que el Estado expropie la fábrica, sin pagar las deudas por haber sido fraudulentas, y entregue la gestión a los propios obreros, al servicio de la comunidad a través de obras públicas como construcción de casas populares, puestos de salud, colegios y otros fines sociales. Como se desprende* deduce, la democracia siempre puede crecer y mostrar su carácter humanizador.
Traducción de Mª José Gavito
No comments:
Post a Comment