“Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo, el cual, siendo Dios, se despojó de su rango y se hizo uno de tantos…” (Flp 3)
Lo pequeño a los ojos de este mundo es, sin embargo, inmenso en Dios. Una cuadra, un pesebre, los pastores, el hogar de un carpintero en un país ocupado, una familia pobre…
Lo pequeño es lo que pasa desapercibido, el gesto sencillo, el regalo anónimo, el cariño puesto en las historias cotidianas, el afán de superación, la atención a los rotos, la visita inesperada a quien se siente solo, la broma que alegra una tarde muerta, el desvelo para acompañar a quien está un poco roto. Lo pequeño es enorme en Dios.
¿Qué es lo más pequeño insignificante de tu vida?
¿Quiénes son las personas que “pintan” menos en tu horizonte cotidiano?
¿Te atreves a pensar que quizás ellos son quienes mejor te pueden hablar de Dios?
jesuitas de Castilla
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