Por José María Maruri, SJ
1.- El bondadoso Juan XXIII el día mismo que cumplía sus cincuenta años de edad escribió en una carta ente párrafo a sus padres:
“Queridos padres: no quiero acabar este día, primero de mi quincuagésimo aniversario, sin una palabra especial para vosotros a quienes debo la vida. Desde que salí de casa he leído muchos libros y aprendido muchas cosas que vosotros no podíais enseñarme. Pero lo poco que aprendí de vosotros en casa es ahora lo más precioso e importante, que sostiene y de vida y calor a las demás cosas aprendidas después de tantos y tantos años de estudio y enseñanza”.
--Y el Padre Martín Descalzo, que cita estas palabras las hace suyas y dice de sí mismo: “Las verdades decisivas, las raíces permanentes, lo que hace que hoy yo pueda mirar la vida con serenidad y alegría lo debo a mi madre y a mi padre”.
--Y en una época en que los hijos se rebelan contra los padres se sienten incomprendidos por ellos, se pregunta a si mismo si el Papa Juan XXIII y él mismo no serán bichos raros
Pues yo me uno a esos dos bichos raros para formar el tercero si no hay más, porque alguna vez os he dicho que lo que ví y oí a mis padres, personas de poquísima instrucción humana y religiosa es lo que mantiene mi corazón cálido y con energía para enfrentarme con alegría a las dificultades de mi vida, que no han sido pocas. En ambiente de Belén si los dos bichos raros anteriores se contentan con ser el buey y la mula yo me contentaré con ser el burro, que alguno habría por allí.
2.- En una sociedad en que hay tantas familias heridas por divorcios y separaciones, por la total incomprensión entre padres e hijos, la Iglesia sigue poniendo ante nuestros ojos a la Sagrada Familia como modelo, y es una solemne estupidez decir que ninguna familia, como se ha dicho, pede ser modelo ya que cada familia es diferente, como cada hombre es diferente y tenemos como modelo al Señor Jesús.
Y es que reconocer la desgraciada situación de la familia actual no debe impedir que sigamos tratando de crear familias en que los hijos, aunque seamos bichos raros, bendigan a sus padres, les recuerden con inmenso cariño, se consideren siempre en deuda con ellos, y reconozcan que lo mejor que llevan dentro se lo deben a esos dos seres benditos que les dieron la vida.
Con esto no nos olvidamos de tantos hogares rotos, pero creo debemos proclamar que si es importante escayolar huesos rotos o desencajados, lo es más procurar que no haya esas rotura.
3.- Yo quiero creer que el Señor Jesús mantenía en su corazón sentimientos muy parecidos a los de estos tres bichos raros, porque como hombre aprendió de José y María viendo y oyendo de ellos, por eso nos dice el evangelio que el niño crecía en sabiduría, aprendía y sin duda de los más cercanos.
4.- De ellos aprendió su mirada optimista de las cosas, por eso dirá que la semilla se desarrolla sola mientras el labrador duerme y que aquello que parecía no llegar nunca al fin brota en una maravillosa espiga. Aprendió de María el saber ver siempre lo bueno que hay escondido en cada persona, y así lo supo ver en la pecadora de Magdala, en la adúltera, en Zaqueo.
5.- El cariño que recibió de niño le hizo ser cariñoso con los niños a las que apretaba contra su corazón y bendecía. La austeridad que fue la tónica de su familia le hizo saber prescindir de todo y dormir sobre un duro cable en la barca. Aquella dedicación a todos, vista día a día en sus padres, lo hizo después que fuera connatural en El no tener tiempo ni para comer.
Creo que un Jesús así se une a nosotros, los bichos raros, para bendecir a su padre a su madre, que supieron crear un ambiente en que tanto aprendió El.
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