Hoy, 27 de diciembre, la iglesia, con sentimientos de profunda alegría, celebra la fiesta de SAN JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA, quien habría descansado en el Señor hacia el año 101, en la ciudad de Éfeso, en Turquía, a la edad de 101 años. Oriundo de Betsaida, al pie del lago de Genesaret, fue el apóstol que tuvo una amistad más íntima con Jesús, y autor del cuarto Evangelio. San Pablo lo calificó, junto con Pedro y Santiago, (las columnas de la iglesia". Su tumba se venera en la ciudad de Éfeso, es patrono de los teólogos, de los funcionarios públicos y de la amistad. Unidos, pues, a cuantos hoy celebran su onomástico y saben cultivar una verdadera amistad, brindemos nuestro devoto aplauso a San Juan Apóstol y Evangelista.
Meditación
QUERIDO SAN JUAN: recordar tu vida es ver al amigo de Jesús que supo reclinar en Él su cabeza y descubrir la profundidad de su corazón. Junto con Santiago, tu hermano y tu padre Zebedeo, te dedicabas a la pesca en el lago de Galilea. Posiblemente perteneciste a los Zelotas, grupo rebelde que estaba en contra de la presencia de los romanos en Palestina. Eras discípulo de Juan el Bautista. Estando un día en la playa remendando las redes, Jesús pasó por tu vida y te llamó. Desde ese día, decidiste seguir al maestro de Nazaret, con todas sus consecuencias. De temperamento excitable y colérico, Jesús, igual que a tu hermano, les puso el sobrenombre de "los hijos del trueno". Participas en los episodios más significativos de su vida y en el momento final de ella, cuando el Maestro estaba al borde de la muerte, te confía lo más precioso que Él tenía, su querida madre: "Hijo aquí tienes a tu madre, madre aquí tienes a tu hijo". Luego de la ascensión del Señor, junto con Pedro habrías evangelizado Samaria y con él realizaste el famoso milagro de la curación del tullido a la entrada del Templo cuando le dijeron: "No tengo ni oro ni plata, pero en nombre de Jesús de Nazaret, levántate". Poco después te trasladas a la isla griega de Patmos en donde habrías tenido las visiones que describes en el Apocalipsis, obra llena de misterio y profecía. Vuelto a Éfeso, pasas en esta ciudad tus últimos años y escribes el cuarto Evangelio, cuya finalidad principal es probar la divinidad de Jesucristo. Nos dejaste uno de los más bellos consejos: "hijitos míos, ámense de corazón los unos a los otros".
Radio Vaticano -- EWTN
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