Monday, November 19, 2007

Algo para pensar y orar en esta semana

Cuando Ignacio de Loyola fué a la Universidad de París, un grupo de jóvenes se reunía con él.
¿Qué hacía ignacio?
Les enseñaba a orar, en la forma que fué luego conocida como los Ejercicios Espirituales.
Como Ignacio fué un destacado soldado, algunos piensan que fundó una especie de ejército. En realidad, lo que los unía no era una especie de disciplina militar, sino que una experiencia compartida en los Ejercicios.
Muchos otros la compartían, y se convertían. Baxter, un puritano contemporario de Cromwell, contaba que fué convertido al leer y rezar con una copia de los Ejercicios.
En los 1800s, los cristianos ortodoxos rusos tuvieron la misma experiencia.
En los 1900s, fué un anglicano quien escribió una de las mejores ediciones de los Ejercicios. Cuando nos volvemos a Dios en una oración personal centrada en Jesús, los muros que dividen las iglesias cristianas se esfuman.
Descubrimos que podemos orar juntos.
La historia secreta de la Iglesia no está en los Concilios, doctrinas, cruzadas o los Obispos; menos aún en las iglesias y catedrales, sino que en el cuerpo de cristianos que oran al Padre a través de su Hijo Jesucristo: lo que podríamos llamar la tradición contemplativa, en la que hombres y mujeres compartían un Espacio Sagrado.

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