Vamos a hacer suposiciones sobre la próxima encíclica de Benedicto XVI. Sabemos que tratará el tema de la esperanza. La primera encíclica puso su acento en el Amor y se habla ya de una tercera dedicada la doctrina social. Leyendo rigurosamente cada una de sus comparecencias públicas todos los miércoles a la hora del ángelus, se va conociendo el pensamiento del Santo Padre. He estado atenta a cada una de sus alocuciones. De todas ellas se extraen comentarios animosos, de manera que se advierte en nuestro anciano pontífice un optimismo que radica en la confianza en la providencia. De ahí que el título y la temática de sus encíclicas tomen especial relieve en un mundo alineado en el más profundo laicismo y atacado por el secularismo en los ambientes religiosos.
Quien no acoge el Amor como bandera, y a Dios como su representación, carece de esa segunda cualidad de la que nos hablará el Papa el próximo 30 de noviembre cuando haga pública su encíclica “Spe salvi”. La esperanza solo puede nacer de un corazón confiado en la misericordia de Dios. Porque frente a todas las calamidades y males que nos azotan en el mundo, hay todo un ejército de hombre y mujeres dispuestos a dar su vida por los demás. Esto suena muy peripatético en ambientes donde no se vive la espiritualidad cristiana. Pero viene bien señalarlo cuando la memoria de los mártires ha vuelto a poner en la balanza la exigencia del testimonio de la fe.
Y sólo desde la esperanza que se pone en la siembra surge el trigo, desde el que se puede entender la gratuidad y la entrega al servicio de los demás. Esa labor callada, oculta en monasterios, conventos, grupos y personas que dan lo mejor de sí mismos en virtud de su esperanza, hace falta a nuestra sociedad. Contagiar esperanza, ilusión, alegría, pero de la buena, es un don que hay que agradecerle a la fe.
Estoy segura que Benedicto XVI nos orientará hacia un horizonte sin miedo al ocaso. Vivimos un periodo de transición, desde la caída del muro y la llegada de la globalización. Otro mundo surge de aquella vieja Europa dividida en dos bloques. Nuevas ideas nacen en la cabeza de los pensadores y estadistas. Se presentan ocasiones para el temor: contaminación, sequía, hambrunas, epidemias, guerras, terrorismo. Nada nuevo en la historia de la humanidad, porque ya sabemos de cada una de sus consecuencias. Pero lo cierto es que hoy, hay otra relación entre las Naciones del planeta, se habla de Alianza de civilizaciones desde un nuevo paradigma. Y no sabemos muy bien donde puede acabar esta sociedad del siglo XXI.
Convocar a la esperanza, es todo un grito profético que lleva a clamar por la justicia y la paz, desde la confianza en esa labor a favor del bien común que toda sociedad está obligada a realizar. En Roma tiene lugar desde jueves al sábado el II Congreso Mundial de organismos eclesiales que actúan por la justicia y la paz.
Las reflexiones se llevarán a cabo teniendo como base la Encíclica de Pablo VI “Populorum Progressio”, a los cuarenta años de su publicación, profundizando en los nuevos escenarios creados tras estas cuatro décadas. El encuentro promovido por el Consejo Pontificio de Justicia y Paz, tendrá en cuenta los retos de hoy al desarrollo de los pueblos a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia
Participan en el encuentro más de trescientos delegados de más de ochenta países de los cinco continentes, junto a decenas de cardenales y prelados de todo el mundo.
Carmen Bellver
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