Jesús les mostró con un ejemplo que debían orar siempre, sin desanimarse jamás: «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaba la gente. En la misma ciudad había también una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi adversario. Durante bastante tiempo el juez no le hizo caso, pero al final pensó: Es cierto que no temo a Dios y no me importa la gente, pero esta viuda ya me molesta tanto que le voy a hacer justicia; de lo contrario acabará rompiéndome la cabeza». Y el Señor dijo: «¿Se han fijado en las palabras de este juez malo? ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, si claman a él día y noche, mientras él deja que esperen? Yo les aseguro que les hará justicia, y lo hará pronto. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
En este lectura, Jesús usa las desventajas que tenía la viuda: era mujer en una sociedad machista; no tenía marido que la defendiera, y este juez era injusto y notoriamente despiadado. Pero finalmente consigue su audiencia, a través de transformarse en una molestia insoportable.
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