Sunday, April 27, 2008

África: La Vida Cotidiana de los Pobres (VI) La vida familiar

“Si no tienes vacas ni hermana y te quieres casar alístate al ejército”. Así empieza una canción acholi del Norte de Uganda sobre un tema harto curioso y la vez cotidiano: en una cultura en la que el hombre tiene que pagar una dote (que hasta hace muy poco se hacía con cabezas de ganado) a la familia de la novia, el que tiene pocos recursos tiene escasas perspectivas de poder casarse. A no ser que su hermana se case primero, en cuyo caso usará la dote que ha sido pagada a su clan por ella. Y si no... pues a buscar un trabajo que te dé el dinero suficiente en el menor tiempo posible, y entre tantos lugares a donde acudir ninguno como el ejército, donde si no consigues dinero con tu soldada lo puedes conseguir por otros medios menos convencionales.


Lo de la dote en el matrimonio podría interpretarse desde nuestros parámetros culturales europeos como un “comprar a la mujer”, y la verdad es que hay ocasiones en las que por desgracia las cosas terminan por funcionar de esta manera. También hay diferencias de una cultura a otra. En el sur de Uganda, por ejemplo, el hombre que se va a casar paga muy poco a sus suegros, mientras que en el norte el pago puede resultar exorbitante, hasta el punto de que se tarda muchísimos años en completarlo. Originariamente tenía una explicación que nada tendría de negativa, algo así como unos regalos que el hombre hace a los padres de la chica en agradecimiento por haberla educado. Un antropólogo nos explicaría también que al tratarse de culturas patriarcales, el matrimonio hace que la mujer se vaya de su clan de origen para integrarse en el clan de su marido, y en este caso la dote “compensa” o “equilibra” esa pérdida, ya que ese pago servirá para que a su vez otro hombre del clan de la mujer se pueda casar.


Desde este punto de vista, el pago de la dote ha hecho que durante muchos siglos la gente viera el matrimonio como algo serio, por lo que había que esforzarse. Además, el pasar por esta tradición daba mucha estabilidad a la vida de la pareja, la cual se sentía vinculada toda la vida. Hoy día, con la pérdida de la cría de ganado a consecuencia de la guerra y al pasar a una economía en la que se usa el dinero, en muchas ocasiones el pago de la dote se ha convertido en un negocio en el que se piden cantidades exorbitantes. Esto tiene como consecuencia que se termina usando a la mujer como moneda de cambio, y que al convertirse el matrimonio en algo inalcanzable muchos jóvenes simplemente se van a vivir juntos sin ningún vínculo, y esto a la larga acaba por crear una situación en la que las uniones libres se hacen y se deshacen al antojo de los dos jóvenes, que además se marcharán a vivir lejos de su familia de origen que podría ayudarlos en momentos de crisis. Muchas chicas terminan por ser madres solteras toda su vida, lo que las hace vivir en situación vulnerable.


Como ocurre con tantos aspectos de la tradición africana, la familia también se va desdibujando. La imagen de los padres y los hijos sentados alrededor del fuego al caer la tarde en su poblado ya va siendo menos habitual, sobre todo desde que la gente del Norte de Uganda empezó a vivir en campos de desplazados donde se ha socavado su cultura y su vida familiar. Desprovistos de sus tierras por la guerra, por desastres naturales o por la codicia de unos pocos, la familia se divide porque el marido tiene que ir a la capital, muy lejos, a buscar trabajo –tal vez de vigilante nocturno o de descargador de camiones- y verá a su mujer y a sus hijos, que se han quedado en la aldea de origen, pocas veces al año.


Es una pena, porque cuando a las personas les falta lo más necesario para vivir encuentran en la familia la fuerza que les hace ser más humanos. Y es que viendo cómo las personas están en el límite de la supervivencia en los lugares más pobres del mundo, cada vez reconvenzo más de que a la familia no se la ataca tanto con leyes, como a veces oigo decir desde España, sino con hacer que la gente sea pobre hasta ponerlos en situaciones límite.

Jose Carlos Rodriguez Soto
Madrid, 1960. Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense). Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años los ha pasado en Acholiland (Norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Desde Junio 2006 es director de la revista "Leadership".

Del blog "En clave de África"
Religión Digital

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