La palabra alegría fue pronunciada tres veces en la Basílica de San Pedro el pasado domingo 27 de abril, y son tres los motivos para alegrarse: celebrar la Eucaristía el día del Señor, la que deriva del tiempo pascual que todavía vivimos y la ordenación sacerdotal de 29 nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, la diócesis del Papa, por los que rezó el Santo Padre y les impuso las manos. Un gesto, recordó el Papa que no tiene nada de mágico y sin embargo, está lleno de misterio. En la oración silenciosa que lo acompaña, dos libertades se encuentran: la de Dios, operante a través del Espíritu Santo, y la del hombre, que por el mismo Espíritu encontrará una fuente de vida y de esperanza. Sí, porque la misión indicada por su obispo, el obispo de Roma, Benedicto XVI es llevar a todos el Evangelio para que todos experimenten la alegría con la esperanza basada en la fe, esperanza que testimoniarán estos nuevos sacerdotes y administradores generosos, sabios, dulces y fuertes, respetuosos y convencidos. Spe salvi: ellos, nosotros, todos, la humanidad.
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