Monday, April 28, 2008

Meditando con los santos y beatos del día: S. PEDRO LUIS MARÍA CHANEL



Hoy, 28 de abril, la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT, quien muriera santamente en un día como hoy de 1716 en Saint-Laurent-sur-Svre, en FRANCIA. Oriundo de Montfort-sur-Meu, Francia, en 1673, fue sacerdote y fundador de los "Misioneros de La Compañía de María" conocidos como los "Monfortianos", y del "Instituto de las Hijas de la Sabiduría". En 1947 el Papa Pío XII le proclamó Santo.
Hoy también la iglesia recuerda a SAN PEDRO LUIS MARÍA CHANEL, quien muriera santamente un 28 de abril de 1841 en la Isla Futuna, en la Oceanía Francesa, Océano Pacífico. Nacido en Cuet, Francia, en el año 1803, fue sacerdote perteneciente a la Compañía de María, dedicada a las misiones. En el año 1954 el Papa Pío XII lo declaró Santo. Es el primer mártir marista y el único mártir de Oceanía. Unidos pues a las Iglesias de Oceanía y de Francia, brindemos nuestro vivo aplauso a San Pedro Luis María Chanel.


Meditación

QUERIDO SAN PEDRO CHANEL: al recordar tu vida te encontramos aún niño trabajando como pastorcito. Tus primeros estudios los realizaste en una humilde escuela fundada por el párroco de Cras. A los doce años, comenzaste tus estudios seminarísticos. Más tarde, entraste en el seminario mayor de Bourg y en todos estos destinos ganaste corazones por tu bondad, pureza de costumbres y lúcida inteligencia. Cuando fuiste ordenado sacerdote, hubieras querido ir inmediatamente a tierra de misión, pero el obispo tenia mucha necesidad de sacerdotes. Fuiste entonces coadjutor de Amberie y de Gex, en donde te uniste a un grupo de sacerdotes diocesanos, los maristas, que vivían el ideal misionero bajo la guía de Padre Colin. La Sociedad de María te asignó la Isla Futuna, una isla pequeñísima, un puntito en el inmenso Océano Pacífico. Cuando tu nave llegó a la isla, bajaste a tierra y permaneciste allí con tu joven compañero laico Nicezio. Lenta y paciente fue la tarea de penetración en este pequeño mundo, de gente tan distinta, por costumbres y mentalidad. Despacito, el anuncio de evangelio fue calando en las jóvenes generaciones. Pero las viejas generaciones no aceptaban tan fácilmente estos cambios. Al enterarse el jefe indígena de que su hijo quería bautizarse, ordenó a sus guerreros que te dieran muerte. El tributo de tu sangre fue el precio para abrir finalmente las puertas a la evangelización de toda la isla.
Radio Vaticano

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