Por José María Maruri, SJ
1.- Cuando estuve yo en Estados Unidos por cuestión de estudios me impresionaba que en sus confesiones era muy frecuente que se acusasen de maldecir hasta que me enteré que tal maldición es la expresión “go to Hell” “vete al infierno” que en realidad no la dicen con ninguna intención, pero se confiesan de ello,
Pues aquí Jesús lo que le dice al recién estrenado primer Papa de la Iglesia es que se vaya al infierno, “apártate de mi Satanás”, no se si Jesús se confesaría después. Realmente esta expresión del Señor es muy fuerte, tan fuerte que es la misma que usó en las tentaciones del desierto, “Apártate de mí Satanás”. El Señor no le acusa a Pedro de herejía, le acusa de no pensar como Dios, le acusa de tener su propio Mesías.
2.- Porque no basta creer en Dios, hay que creer en el Dios que todos admitimos, un Dios omnipotente que puede contestar a todas nuestras peticiones sean las que sean, un Dios misericordioso y con infinita paciencia con nosotros justiciero contra nuestros enemigos, una especie de Lotería Nacional que reparta los premios a nuestro gusto, en definitiva creemos en nuestro Dios no en el que existe, en el verdadero.
Creo que fue Renan el que gritaba ante las escenas del nacimiento del Señor que le quitasen esos pañales a su dios, porque el no podía admitir un dios que necesitase como todo niño pequeño pañales, creía en Dios, pero en su Dios, no en el existente. También nosotros creemos en un Dios al que le salgan todas las cosas bien, un Dios que mantenga el mundo en paz. Dé alimento a todos, donde no haya malos, donde no haya sufrimiento.
Y el verdadero Dios nos podría contestar que en cuanto hizo al hombre libre perdió su omnipotencia y su omnisciencia, pudo controlarlo todo y saberlo todo con antelación, si hubiera creado no hombres sino robots, y nos contentaríamos nosotros con ser robots o quisiéramos que Dios convirtiera a nuestros enemigos en robots.
3.- Nos maravilla un Dios flotando sobre el universo, haciendo todo, sabiéndolo todo, maravillosamente hermoso, lo que hace temblar nuestra Fe es un Dios crucificado, un Dios que perdone siempre a mí y también a mis enemigos, un Dios que permita que crezcan juntos el trigo y la cizaña, porque ambos son criaturas suyas, un Dios que premie por igual al que trabajó todo el día que al que llegó a trabajar sólo una hora antes de recibir el salario.
No admitimos a Dios como es, sino como quisiéramos que fuese. No queremos un Dios que haya creado sólo por aquella razón por la que se hacen tosas las bobadas, por amor. Decimos que queremos un Dios que ame, en realidad preferimos un Dios que riña y castigue a los demás. Preferimos un Dios que gobierne estrictamente a un Dios que llore con nosotros, preferimos un Dios ante al que arrodillarnos a un Dios que junto a nosotros se arrodilla, se arrodille a nuestros pies.
Tenemos nuestro Dios, no el Dios que es, pensamos comos los hombres, no como Dios, y creo que merecemos la terrible repulsa de Jesús a Pedro.
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