Hoy, 02 de septiembre, la Iglesia conmemora a SAN BROCARDO, quien muriera santamente hacia el año 1231, en el Monte Carmelo, en Jerusalén. Fue sucesor de San Bertolo como Prior de los eremitas Franceses del Monte Carmelo. La Iglesia, en el año 1564, lo inscribió en el catálogo de los santos, en el Martirologio Carmelitano.
Hoy también la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo del BEATO BARTOLOMÉ GUTIÉRREZ, quien sufriera el martirio a fuego lento, después de crueles suplicios, en Omura, Japón, un 3 de septiembre de 1632. Nacido en México en 1580, perteneció a la Orden de San Agustín, trabajando primero en Manila y luego en Japón. Expulsado en 1613 de este país por el emperador Taicosama, al cabo de cinco años pudo volver disfrazado, permaneciendo durante quince años, siendo, al fin, traicionado. En 1867 el Papa Pío IX le dio el honor de los altares beatificándolo.Unidos, pues, a la Iglesia de México y a la Orden Carmelitana, brindemos nuestro vivo aplauso al Beato Bartolomé Gutiérrez y a San Brocardo.
Meditación
Meditación
QUERIDO SAN BROCARDO: cuéntanos algo de la aventura de tu vida: " Empecé mi camino hacia Dios atraído por el fascinante misterio de la soledad y me dirigí a aquel monte donde tantos habían subido, buscando al único Dios verdadero. Allí, en el Monte Carmelo, encontré lo que mi alma buscaba. La paz y la presencia viva de un Dios que nos ama. Con el paso del tiempo me sentí inclinado a poner por escrito mi experiencia espiritual. Durante días y especialmente durante muchas noches, fui escribiendo lo que más tarde se convertiría en las reglas de la orden del Carmelo. Un gran hombre, Alberto, Patriarca de Jerusalén, insistió en que terminara de redactar éstas reglas y constituciones. Cuando por fin las terminé, él consideró que éstas eran justamente lo que se necesitaba para dar vida a la orden del Carmelo en la Iglesia de occidente. Las reglas orientaban a una vida de pobreza y castidad, de absoluto silencio y plegaria, de austeridad y penitencia, de trabajo y de aporte diario para la comunidad, al mismo tiempo humanas, pero abiertas siempre al misterio de Dios. "Todo para todos" era la norma principal que después se difundió y dio vida a todos los conventos de la orden carmelitana cuando éstos empezaron a propagarse en Occidente. Yo hice mi mayor esfuerzo para hacerlas vida en mi mismo y para que así las vieran en mi experiencia personal. Ser monje no era un pesar, sino una vida llena de Dios. Gran consuelo fue ver que hasta los musulmanes acogían también con benevolencia este camino de santidad que yo dejé como herencia a mi Iglesia.
Radio Vaticano
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