El Concilio Vaticano II marcó indeleblemente la idea de que los cristianos deben estar muy pegados a la realidad y ser sensible al paso de los tiempos y de evolución de las gentes. No se trataba del "aggionarmiento" por una sola vez, si no que se imprimía un camino continuado de modernidad. Y ante ello hay que preguntarse sobre el significado de la cuaresma en el mundo de hoy. Pero no debemos hacerlo en la superficie o con el tópico. Hay que profundizar.
LA INCREENCIA
Por un lado la cuaresma sufre la misma enfermedad que toda la actividad católica. Tropieza aparentemente con un mundo de increencia que la ignora y los hechos más sobresalientes de la actividad humana y familiar de estos días inciden en, solamente, la preparación de las vacaciones de Semana Santa. Luego si se profundiza un poco más se aprecia que el conocimiento es mayor.
Puede surgir la discusión sobre la oportunidad de los días de ayuno y abstinencia. Existe pues un conocimiento y una postura. A veces, la increencia es, sobre todo, una posición cómoda de exhibir ignorancia para no entrar en el tema.
Un esfuerzo para adaptarnos a nuestros tiempos sería comenzar por entender la realidad de la posición de nuestros vecinos. Y desde el convencimiento de que saben más que lo que dicen comunicarles nuestro parecer al respecto. Otra cosa es que quienes creemos y vivimos --por ejemplo-- la Cuaresma creamos verdaderamente en ella. Y si, puestos en presencia de Dios, recibimos el conocimiento de lo que significa ese tiempo de purificación y espera podremos comunicar con mayor facilidad el significado de la Cuaresma.
ORACIÓN, PENITENCIA Y LIMOSNAS
Oración, penitencia y limosnas. ¿Es fácil explicar este programa? Pues, si, aunque su formulación en lenguaje de actualidad lo complique. Lo que ocurre es que hablamos a personas que ya oyeron hablar de oración, de penitencia y de limosnas. Lo que habría que hacer es decirles que eso sigue teniendo sentido hoy. Cuando, a veces, por facilitar el diálogo se pierde el sentido de lo exacto, de lo que verdaderamente queremos decir se aumenta la confusión.
La oración en nuestro sistema de dialogo con Dios, con un Señor que vive y que nos enseña. La penitencia es la reflexión sobre nuestros excesos y desamores. El conocimiento de nuestro mal obrar y la búsqueda del bien y del perdón. Nos tiene que perdonar Dios, pero también deberíamos buscar el perdón de todos aquellos a los que hemos ofendido o hemos hecho mal. En cuanto al ayuno y la abstinencia --son ya solo unos pocos días al año-- es una formula simbólica de solidarizarnos mínimamente con los que tienen nada y enlaza con una tradición austera de nuestra espiritualidad.
Es obvio que el ayuno y la abstinencia no tienen sentido si no se ejercita la limosna. Los demás nos necesitan. Incluso, los que nos gustan. Los países ricos --y España lo es-- tienen su "cuarto mundo", la pobreza alojada junto a la riqueza deslumbrante. Para atender a ese mundo no hay más que alargar la mano y entregar el corazón. No hay que irse a confines geográficos con actuaciones heroicas.
Betania
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