“Mi política es la del amor”, Fray Isidoro Macías, “Padre Patera”, hermano franciscano de la Cruz Blanca. Un monje franciscano que desde que comenzó la llegada masiva de inmigrantes a las costas de Cádiz ha centrado su vida, sus esfuerzos y los humildes medios de los que dispone, en ayudar a las madres y niños.
“Empecé a ver cómo entre los inmigrantes que llegaban, venían madres embarazadas y con niños, que estaban más indefensos que nadie, muchas llegaban en estado grave, perdían a sus hijos, morían en las playas...”, explica emocionado el padre Isidoro. “El corazón me pedía que hiciera algo”.
A la pregunta: ¿Y cuál sería la especificidad cristiana? Fray Isidoro Macías, contesta, rotundo: ayudar sin distinción de razas ni credo. Que digan “por aquí ha pasado un cristiano que intentó hacer el bien”
Escuchando hoy a través de una emisora de radio estas palabras del Padre Patera, me vino inmediatamente la imagen anodina del Papa Benedicto XVI durante su reciente viaje por África cuyo motivo, según un diario católico, ha sido "abrazar al continente entero, llevar a África una palabra de consuelo y esperanza y admirar la alegría de su fe".
Por más que lo he intentado no he llegado a encontrar en ningún medio la palabra que manifestara esa admiración por la alegría de cómo expresa ese pueblo su fe, ni la palabra de consuelo y esperanza que ha llevado a todas esas personas sumidas en la violencia, la pobreza, el hambre, la corrupción y el abuso de poder.
Lo único que sí he encontrado ha sido la supremacía de la que siempre ha hecho y hace gala la institución clerical. Sugerir que el carácter festivo y alegre de las misas africanas podría ser un obstáculo para “entrar en diálogo y comunión con Dios”, e insistir en la necesidad de que las misas sean “dignas” es, cuanto menos, una falta de respeto a la cultura africana y una deslealtad al Evangelio. La manera en que estos pueblos expresan su fe, de acuerdo con las declaraciones del Papa, carece de dignidad, imposibilita la verdadera comunión y diálogo con Dios y refleja atavismos tribales (O sea, la típica postura del colonialismo).
Y mientras millones de personas se mueren por el flagelo del sida y la ciencia hace ingentes esfuerzos por controlar la enfermedad, Benedicto XVI habla de la abstención como única solución en tanto que considera que los preservativos y los avances científicos están en contra de las leyes naturales de Dios y los mandatos de Cristo. ¿En nombre de qué dogma o qué ciencia está hablando el Sumo Pontífice?
Estas afirmaciones creo que son un atentado al sentido común, un paso atrás en la labor de ONG, de religiosos y trabajadores sociales, ya que siembran la duda sobre la eficacia de los programas de prevención de las enfermedades de transmisión sexual que se llevan a cabo en el continente africano, el más castigado con diferencia por el VIH.
"Son palabras gravísimas cuando se ve el impacto que este tipo de mensajes pueden tener en África, donde dos tercios de la población son seropositivas", consideró Béatrice Luminet, responsable de la prevención del Sida de la organización Médicos del Mundo. "Estamos muy enojados, son años de trabajo que se ponen en entredicho y sobre todo millones de personas van a contaminarse debido a estas declaraciones, que contradicen uno de los mensajes principales de la Iglesia: el respeto a la vida".
De igual manera se han alzado voces de sacerdotes en desacuerdo a tales aseveraciones. "Todo aquel que tenga sida y sea sexualmente activo debe proteger al resto", señaló Hans-Jochen Jaschke, obispo auxiliar de la diócesis de Hamburgo.
"Creo que el Papa ha sido demasiado rígido", dijo anteayer por teléfono Eugenio Bacaicoa, de la orden Misioneros de África, que ha pasado 28 años en Burkina Faso, seis en Chad y casi otros tantos en Costa de Marfil.
Si África, con 400 millones de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza, dicen que es el vivero crucial para la supervivencia de la fe católica, ¿no debería la curia responder a este continente de la misma manera que responde el Padre Patera a los inmigrantes que arriban a las playas? Dando testimonio de la verdad con hechos, con amor, sin juzgar, sin exigir, sin imponer maneras ni endiosados y pudibundos criterios científicos porque la Iglesia no ha sido ni es infalible como bien demuestra la historia, ni es un poder del estado de derechos.
La Iglesia es la hermandad de todos los fieles, no una guardería que acoge ineptos ni un poder procedente directamente de Dios. Por eso le rogaría a Benedicto XVI, que no siga desatando tormentas con su radicalismo, que no ponga en pie de guerra a otras comunidades, ni distorsione la relación con las demás Iglesias.
El mundo está necesitado de paz, de diálogo, de entendimiento, de “padres pateras”. Por favor, no lo sigamos ensombreciendo aún más.
Maite García Romero
Fe Adulta
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