Desde la otra orilla alguien se dispone a regalar a los hijos de África un millón de preservativos. Hace apenas unas semanas, un africano murió degollado mientras intentaba salvar la valla que protege la otra orilla. A este lado de la valla quedaron una mujer y tres hijos. Y desde la otra orilla, a los que aquí van quedando, alguien les manda como complemento para los duelos un millón de preservativos.
¿Saben en la otra orilla cuántos esclavos hay en África? ¿Saben los de los preservativos cuántas son las mujeres de este continente prostituidas y violadas, porque deudas y superstición las han privado de libertad y, con la libertad, les han robado los derechos básicos de la persona? ¿Se han acercado alguna vez a las heridas de esta gente para curarla? ¿Se han preocupado alguna vez de la angustia de los pobres para abrazarlos? ¿Han compartido alguna vez el terror de sus ojos?
Imaginen que el Padre Dios, en vez de mandar a su Hijo a salvar a los pobres, nos hubiese mandado preservativos.
África necesita respeto y justicia.
Los preservativos, aunque sean un millón, no bastan para disimular las vergüenzas de la otra orilla.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
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