Un año más, os invitamos a tener presente durante la Cuaresma a los que son víctimas de las injusticias y el abandono de gran parte del mundo. Pero esta vez, de una manera diferente. Ellos, los que sufren en la cruz con Jesús condenados por el pecado de otros, son también los que mantienen la esperanza de la resurrección. Los que, en muchas ocasiones, imponen la luz sobre la tiniebla, los que hacen frente al sufrimiento con creatividad, apoyándose mutuamente, poniendo en común lo que tienen y sacándole el máximo partido. Queremos tener un recuerdo muy especial por la población de Haití, víctima sobre todo del olvido y la irresponsabilidad de personas e instituciones internacionales.
Pero todos ellos no están solos: cuentan con el apoyo de hermanos en el norte, sur, este y oeste. Son personas que han decidido cambiar su propia vida para cambiar el mundo, que creen que la verdadera transformación empieza en uno mismo y se comprometen por ella.
La Cuaresma es un tiempo de conversión para los cristianos. Un tiempo para reconocer nuestra parte de pecado colectivo que ha condenado a tantos millones de personas; para mirar si nuestra vida contagia el amor de Dios por todo ser vivo, ese amor que devuelve a la vida. Un año más nos acercamos a la Pascua (paso de la muerte a la vida) dirigiendo la mirada hacia los que anhelan la resurrección y uniéndonos a ellos en ese deseo, que es también nuestro.
Este año, para cada día proponemos una experiencia de transformación y esperanza en un contexto de sufrimiento, una reflexión sobre nuestra vida en relación con el entorno que vivimos (colegio, trabajo, barrio...) y un compromiso personal que podría convertirse en algo colectivo, y, por fin, llevar nuestra vida a la oración a través del evangelio de cada uno de los 40 días.
Fundación SM
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