Al atardecer,dice el dueño de la viña a su administrador:"llama a los obreros y págales el jornal,empezando por los últimosy acabando por los primeros"(Mt 20, 8)
Un año más nos acercamos en cuaresma a los últimos. A ellos les dedicamos estos cuarenta días caminado hacia la cruz y la gloria de la Pascua a través de este tiempo de conversión y de reconocimiento de nuestro pecado, tiempo de misericordia y de practicar la misericordia. Tiempo además para revisar la situación concreta en que vive la sociedad y tomar una posición ante las estructuras de injusticia, opresión y pecado que rodean a los seres humanos, sobre todo a los más desfavorecidos.
Con este espíritu nos acercamos a los pueblos que habitan los países que están a la cola del Desarrollo, los cuarenta países con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH), según el informe anual del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Esperamos así:
Mostrar y cultivar nuestra sensibilidad por los que son los últimos en todo: los últimos de la sociedad, los últimos de la clase, los últimos del barrio... los preferidos de Dios; nuestros preferidos, no por ser mejores que otros sino precisamente por eso, por ser "los últimos".
Escuchar lo que nos dicen las personas de estos países, este año mediante cartas que nos han escrito expresamente. Leer sin prejuicios ni justificaciones lo que han querido contarnos e intentar comprender desde dónde y por qué nos lo cuentan.
Conocer un poco mejor la realidad que viven las personas de estos países (y conocer también mejor, por contraste, nuestra realidad y nuestros valores). Preguntarnos por las causas de las situaciones que viven y las posibles vías de solución.
Dejarnos iluminar por la Palabra de Dios, que también tiene algo que decirnos. Una Palabra que nos lleva a la oración, a presentar al Señor las vidas de los últimos, a dar gracias por los que trabajan directamente en su favor, a pedir perdón por la parte de pecado colectivo que nos corresponde, a suplicar la gracia de estar disponibles y ser generosos…
Acercarnos a estas personas, haciendo el mismo esfuerzo que ellos han hecho: escribir una carta. De este modo nos ponemos en marcha y mostramos que es posible cambiar, empezando por uno mismo, aunque sea mediante gestos pequeños.
Marianistas
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