Thursday, February 11, 2010

Espacio Sagrado


Marcos 7: 24-30
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: "Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos." Pero ella replicó: "Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños." Él le contestó: "Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija." Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Las palabras de Jesús pueden parecer durísimas; pero es importante saber que los escritores judíos describían a los gentiles como "pequeños perros". Sin embargo, la mujer no se amilana por esas palabras. Es capaz de retrucar a Jesús, adaptando sus mismas palabras para respaldar su deseo de sanar a su hija. La historia de esta mujer, una "extranjera", nos desafía a no discriminar contra aquellos que pueden ser llamados hijos e hijas de Dios.

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