Un hombre de negocios, llamémoslo Juan, vino a verme hace algunos años y me pidió que lo acompañara en su camino a su vida interior. Yo ya sabía que había realizado los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, diariamente; una adventura de oración diaria sobre la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, a lo largo de nueve meses – y esas oraciones ya se habían enraizado en su vida diaria.
Era un hombre casado y muy exitoso en sus actividades profesionales. En nuestra primera conversación, le pregunté “¿Qué significa hoy la oración para ti?”. Juan me respondió con una cita a una entrevista que vio en televisión a Yehudi Menuhin, el mundialmente famoso violinista. Cuando le preguntaron: “Señor Menuhin, es la música buena para su salud?”, Menuhin le contestó solemnemente: “La música coordina mi vida”. A lo que Juan me agregó: “La oración coordina mi vida”.
Juan había tenido un notable éxito en su vida; pero me dijo que su actividad empresarial no era el centro de ella. Era algo distinto: lo llamó la oración. Por esto quería decir su relación personal con Jesús, en la cual la oración era lo esencial. Estaba comprometido en alma y corazón con Jesús. Tal como Menuhin no podía vivir, o darle un sentido a su vida sin la música, mi amigo no podía vivir o darle sentido a su vida sin esa oración diaria, en la cual se encontraba con Aquél que lo amaba. Tenía que encontrar el tiempo necesario, pues esta relación con Jesús era lo que daba sentido a todo lo demás – su matrimonio, sus negocios, su vocación social, sus tiempos de descanso…
Espacio Sagrado
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