TODOS A UNA POR UN MUNDO MEJOR
Por José María Martín OSA
1.- No hay que impedir el anuncio de la Palabra de Dios. En el Libro de los Números los celos de Josué anticipan la misma actitud de los discípulos de Jesús en el evangelio de hoy frente al exorcista que arrojaba demonios sin ser de su grupo. La respuesta de Moisés nos hace pensar de inmediato en la de Jesús a la pregunta de Juan. La gran tentación de la autoridad religiosa ha sido siempre monopolizar el espíritu, pero el espíritu se comunica a quien quiere y como quiere. Los que mandan no deberían estar celosos, de que el pueblo profetice alguna vez; más bien debiera tomar nota de lo que dice Pablo a los obispos: "No apaguéis el Espíritu”. Dios habla también a través del pueblo y de los signos de los tiempos, como decía el Vaticano II. Da la impresión de que la Iglesia debería estar más atenta al sentir del pueblo de Dios.
2.- No hay que impedir la construcción del Reino. Jesús había enviado a sus discípulos a predicar el evangelio del Reino de Dios por tierras de Galilea. Ahora, que ya han regresado, cuentan a su Maestro lo que les ha sucedido en esta primera experiencia misionera. Juan quiere hacerle una pregunta sobre el modo como se habían comportado con un exorcista, a quien le habían prohibido arrojar demonios en nombre de Jesús porque no era del grupo. Aunque Jesús no reprueba abiertamente esta conducta, pues sabe que no había en ello mala voluntad, aprovecha la ocasión para enseñarles qué deben hacer en adelante en casos parecidos. Aquí dice a sus discípulos: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro". Sin embargo, en el evangelio de San Mateo encontramos la otra sentencia: "el que no está conmigo, está contra mí”. Parece una contradicción. Hay que tener en cuenta que esta segunda sentencia está en un contexto en el que se habla de la batalla decisiva contra Satanás, el espíritu del mal. Es claro que en este caso no cabe la neutralidad, pues se trata de dos enemigos irreconciliables y de una guerra que a todos nos concierne personalmente. También el exorcista que echa los demonios en nombre de Jesús está con Jesús y contra Satanás, aunque no sea oficialmente discípulo de Jesús. Está colaborando a la construcción del Reino.
3.- Muchas personas, aun sin tener fe, quieren construir un mundo mejor. Jesús anuncia el establecimiento del reino de Dios, basado en la justicia y la paz. Este deseo no es algo exclusivo del cristianismo. Jesús pronuncia su sentencia contra todo tipo de partidismo. Contra la intolerancia que sólo permite el reconocimiento a aquellos que se inscriben oficialmente en la Iglesia, Jesús afirma que la autoridad debe caracterizarse por una amplitud de espíritu, por un saber estar por encima de las ideologías de grupo; debe estar abierta a todos los hombres que defienden una causa justa, aunque no sean cristianos; excluye la cerrazón ortodoxa, el sectarismo, la retirada al ghetto, la mirada introvertida... También en nuestros días hay muchos hombres que exorcizan el mal y la injusticia de nuestra sociedad y, con todo, no son expresamente cristianos, éstos son de los nuestros aunque no sean "de los nuestros", pues es claro que no están contra nosotros. Son, en cierto modo, “cristianos anónimos”. Colaboremos “todos a una” en la construcción del Reino. Unamos fuerzas y el objetivo se conseguirá más pronto y mejor.
4.- No escandalicemos con nuestro mal ejemplo o nuestra intolerancia. Como en Mateo, también aquí se recoge una palabra en favor de los "pequeños" que creen en Jesús. Poco estimados, más ignorantes o débiles en la fe, jamás hay que hacerles tropezar (escandalizar). Estos pequeños pueden ser en la comunidad los que necesiten ser ayudados con cariño y paciencia para poder evolucionar sin desconcertar su fe. Pero también los que sufren la tentación de abandonar la Iglesia por la lentitud de ésta en renovarse. Todo el que se hace discípulo de Jesús y aún no ha llegado a una fe adulta es "pequeñuelo". Y el que aparta de su camino a uno de estos pequeñuelos es un homicida, ya que les impide llegar a la verdadera vida. "Escándalo" es la piedra que nos hace tropezar, el impedimento que se encuentra en el camino.
Betania
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