Sunday, September 23, 2012

Comentario del Evangelio por José María Maruri S.J.: COMO EL AGUA, COMO EL AIRE, COMO EL SOL



COMO EL AGUA, COMO EL AIRE, COMO EL SOL

Por José María Maruri, SJ

1.- Qué importantes se deben sentir esos que llegan al Palacio de Oriente, sentados en carrozas antiguas, y escoltados por húsares de antiguo uniforme. (**) O los que desde grandes escenarios son aclamados por una multitud tantas veces orquestada. O los que aparecen en la televisión, o aparecen en la prensa. O en los papeles como decía mi abuelo.

Y que distinta es la mirada de Dios…” ¿De qué discutíais por el camino?” Que vergüenza la de los apóstoles, se les atragantaron las palabras en la garganta. Dios mira el gran teatro del mundo donde jugamos a gigantes y cabezudos, como los apóstoles y de la carroza y de los húsares el Señor se fija en aquel anciano que toma el sol en la Plaza de Oriente, de la multitud que aplaude... El Señor mira con bondad al pobre guardia de la circulación que se afana por conservar el orden necesario. En la pantalla del televisor el Señor esta esperando a limpiar el plató en cuanto aquella comedia acabe. “Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos…”


2.- Creo que esta lección del Señor está aun inédita, sin tocar. Nos la saltamos cuando estudiamos el evangelio. Como hay que mantener el principio de autoridad, contra el que no habla este evangelio, nos empeñamos en mantener los zancos que nos hacen falsamente altos, la gomaespuma que nos hace tontamente gordos, los sitiales, los anillos, los baldaquinos, la farfolla, más propia del mundo de la farándula que del Reino de Dios, que se funda en la sinceridad y verdad.

No hablo de ser zafio y vulgar, no abogo por ir mal vestido y sucio; hablo de pasar por este mundo con la naturalidad y la sencillez del agua de los arroyos de montaña, de la luz del sol, del aire tan necesario para la vida y que apenas se da para sentir

Cuando el agua, o el sol, el aire, comienzan a querer participar en la fiesta de los gigantes y cabezudos, las inundaciones lo arrastran, la sequía resquebraja la tierra y la hace sangrante costra, o el huracán y la tempestad se llevan a los árboles. Los tres más maravillosos elementos pasan desapercibidos, pero están allí cuando los necesitamos quieren darse a conocer, ser notados, ser agradecidos, se hinchan y pierden su bondad que está en pasar desapercibidos.

Hemos tardado muchos siglos hasta darnos cuenta de que el agua potable y el aire respirable y limpio valen más el oro y los diamantes, nos hemos dado cuenta cuando ambos elementos están gravemente enfermos.

El que quiera ser mayor que pase desapercibido en un servicio silencioso, tranquilo como el agua, como el aire, como el sol

(**) Se refiere el Padre Maruri a la ceremonia de presentación de Cartas Credenciales de los embajadores ante el Rey de España

Betania

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