Seiscientos años atrás, Julia de Norwich trató de expresar cómo sentía el amor que Dios le tenía a ella: "El amor que Dios tiene por nuestras almas es tan inmenso que sobrepasa todo entendimiento. Ninguna criatura puede comprender cuánto, y con qué dulzura, y con qué ternura nuestro Creador nos ama. Como es verdad que Dios es nuestro Padre, es también nuestra Madre. En nuestro Padre Dios Todopoderoso, tenemos nuestro ser; en nuestra misericordiosa Madre, somos rehechos y restaurados. Los fragmentos de nuestras vidas son tejidos entre sí y nos conforman como perfectos. Y a través de darnos y rendirnos ante el Espíritu Santo, a través de la Gracia, somos formados en plenitud.
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